¿La cantidad de alimentos que producimos es igual a la cantidad de alimentos que consumimos? Lamentablemente, no es así. Y la diferencia es muy grande y tiene nombre propio: desperdicio alimentario.
Son días complicados (¡y emocionantes!) para La Ecocosmopolita · Usar y Reusar, pero volvemos para hablar largo y tendido sobre por qué desperdiciamos tantos alimentos hoy en día y, cómo no, qué podemos hacer para evitarlo.
Comencemos aclarando conceptos.
¿Qué es el desperdicio alimentario?
El desperdicio alimentario es la cantidad de comida que se descarta a lo largo de toda la cadena de producción, distribución y consumo, desde el campo hasta nuestros hogares. Esto, sin contar la que simplemente se pierde; por ejemplo, si unas hortalizas se caen del camión, hablamos de pérdida de alimentos. Para hablar de desperdicio alimentario, debe tratarse de alimentos que son descartados a pesar de ser aptos para el consumo, o de que lo hayan sido, porque puede que se desechen porque se han dañado por una mala gestión.
Hablamos de un problema que, como suele suceder, tiene implicaciones más allá de lo que parece a primera vista. Al tirar comida, no solo se pierden esos tomates, o esa lasaña que nadie se comió. Se desperdician también todos los recursos que se utilizaron para producirlos: el uso de la tierra, el agua, la energía que se consumió para producir ese alimento y trasladarlo (tal vez muchas veces).
Si hablamos de un producto de origen animal, mucho peor, en muchos sentidos (hay un desperdicio anterior y, además, hablamos de una vida) y, si es un alimento elaborado, ya sea en casa o de forma industrial, también se tira por la borda toda la energía utilizada para prepararlo. Así que, además de derrochar recursos, el desperdicio alimentario colabora con las emisiones de gases de efecto invernadero de forma innecesaria y produce residuos totalmente inútiles -mucho peor si se trata de un alimento que se ha comprado envasado.
Conclusión. No puedes aspirar a una vida baja en residuos o residuo cero sin tomar en cuenta el desperdicio de alimentos.
¿Cuánta comida tiramos?
Según datos de la FAO, cada año se pierden o desperdician 1300 millones de toneladas de alimentos. Hablamos de una tercera parte del total que se produce. Son suficientes alimentos como para acabar con el hambre en el mundo. Pero aún así, se calcula que 870 millones de personas en el planeta, pasan hambre hoy en día. Es un absoluto sinsentido.
Solo en la Unión Europea, el desperdicio alimentario alcanza unos 88 millones de toneladas de alimentos cada año, equivalentes a unos 143 mil millones de euros. En este caso, se trata de 173 kg de comida por persona al año, lo que representa un 20% del total producido.
Como hay muchas diferencias entre países, veamos ahora los datos de España (que ocupa el séptimo lugar en desperdicio): Según datos de desperdicio alimentario manejados por la Comisión Europea, en España se tiran a la basura 7,7 millones de toneladas de comida al año, es decir, unos 28 kilos de comida por persona.
¿Por qué se produce el desperdicio alimentario?
Por más que nos duela, el problema está más cerca de lo que pensamos. En Europa se estima que del total de desperdicios producidos, un 42% de los alimentos se tiran en casa. Pero la fase de producción no está muy lejos: les corresponde un 39% de la vergüenza. Luego nos queda un 14% de desperdicio en la restauración y un 5% en la fase de distribución.
Todo comienza en el campo
La última vez que estuve en Caracas, fui con mi hermano al Mercado de Guaicaipuro, un mercado de largo recorrido. Los dos teníamos años sin volver a casa y estábamos sorprendidos como turistas, no solo por ese caos con un punto maravilloso que conocerás si has estado en Latinoamérica, sino también porque todo el mercado olía a fruta fresca y, además, porque cada pieza de fruta u hortaliza era distinta a las demás. Después de tantos años viviendo en Barcelona, ya habíamos olvidado que eso era lo normal.
Como bien dice Esther Vivas, todo comienza con «un modelo agroalimentario que no funciona«. Por un lado, se desperdician alimentos en el campo porque muchas veces se produce más de lo que se necesita, y porque la producción a gran escala hace que los precios caigan de tal forma, que llega un momento en que la cosecha no es rentable. Por otro lado, se descartan otros que no cumplen ciertos criterios estéticos o de medida. En Europa parece que no sabemos comer esa fruta «distinta».
«El sistema actual trata la comida como una mercancía» me comenta Xènia Elias, del colectivo Zero Waste BCN, quien participa activamente en muchas iniciativas vinculadas a la lucha contra el desperdicio alimentario. «Se tiran toneladas de zanahorias porque la hoja es demasiado oscura, manzanas que han pasado un granizo y tienen leves marcas, pepinos torcidos… Hemos llegado a un extremo ridículo en que lo importante es la estética del alimento y no sus propiedades. Peor aun, campos enteros de alcachofas se desperdician porque a partir de cierto mes, ya no se comen alcachofas; se considera que ha acabado su temporada.».
El desperdicio por motivos estético es menor en países con nivel adquisitivo menor, pero en cambio se desperdician muchos alimentos porque porque las condiciones de producción, manipulación, transporte y almacenaje a veces no son las ideales, claro que eso es otro cuento.
Si hablamos del distribuidor, hay que añadir otro factor: mantener en los lineales de los supermercados abarrotados de productos como estamos acostumbrados pasa factura y parte de esos alimentos acaban en la basura.
El desperdicio de alimentos en la restauración
Aunque solo represente un 14% del total de alimentos desperdiciados, también se tira demasiada comida en esta parte de la historia. Por eso también he querido hablar con Isabel Coderch, especialista en restauración sostenible y fundadora de Te lo Sirvo Verde, desde donde, entre otros servicios, realiza auditorías del despilfarro para identificar dónde y porqué se desaprovechan los alimentos en la restauración.
Para hacernos una primera idea, Isabel nos da explica que un restaurante de unos 120 cubiertos desperdicia una media de 10 kilos de alimentos al día (equivalentes a 9.200 € al año), mientras que los comedores de las escuelas desperdician entre 60 y 80 gramos por menú. «La verdad es que al principio me resultaba difícil de entender. Si el negocio está en vender alimentos, ¿por qué nos permitimos tanto desperdicio? La restauración es uno de los negocios con mayor índice de fracaso y aún así tiramos comida de forma sistemática.»
Las causas, nos explica Isabel, son muy variadas: desde raciones desproporcionadas, hasta poca calidad de los productos. También influyen la mala planificación, los problemas logísticos y la falta de formación del personal. También depende mucho del tipo de local. «En los restaurantes colectivos (escuelas, hospitales, etc) se suele tirar más comida procedente de los platos, mientras que en restaurantes de menú se tira más dentro de cocina. Y en hoteles, por ejemplo, se desperdicia una barbaridad por la exigencia de opulencia de los buffets».
Pero casi todo problema tiene una solución, y de eso se encarga Te lo sirvo verde. Eso sí, nos explican, no hay una fórmula mágica. Hay que estudiar cada situación. Según el problema y el establecimiento, la solución puede pasar por permitir que el comensal escoja una ración adecuada, evitar esos ingredientes que suelen acabar en la basura o colaborar con un proyecto de donación de excedentes. «Se pueden hacer muchas cosas, solo hace falta voluntad», asegura Isabel.
¿Y por qué desperdiciamos comida en casa?
Las tasas más elevadas de desperdicio de alimentos en hogares son típicas de países desarrollados, no de situaciones de pobreza. Podemos hablar de una crisis de valores: cuando hay tanta comida disponible, no le damos la importancia que se merece. Pero el contrapeso está en la sensibilización, que está directamente vinculada a la educación.
De hecho, según varios estudios, el problema está en que no somos conscientes de la cantidad de alimentos que tiramos. De eso se habla, por ejemplo, en este estudio sobre desperdicio de alimentos en los hogares españoles, que concluye que las causas del desperdicio de alimentos en hogares son básicamente las siguientes (en orden de importancia):
- Alimentos que sobran de las comidas -en el plato.
- Deterioro de los productos que no se han almacenado o conservado correctamente, o que simplemente no comimos a tiempo.
- Sobrantes que guardamos pero dejamos olvidados en la nevera demasiado tiempo.
- Productos caducados.
- Productos quemados, mal preparados, etc
- Productos con fecha de consumo preferente expirada.
Creo que con solo ver la lista, queda claro por dónde tenemos que comenzar a cambiar las cosas y que es urgente que comencemos a implicarnos y tomar cartas en el asunto.
¿Qué podemos hacer para evitar el desperdicio de alimentos en casa?
1. Organizarnos mejor
- Hacer rotación del contenido de la nevera. Poner delante lo más “viejo” y que conviene consumir antes es un gesto sencillo pero vital, si queremos evitar ese limón podrido al fondo de la nevera o un tupper olvidado en el estante de arriba.
- Planificar la compra haciendo una lista antes de salir y verificando qué tenemos y qué nos hace falta realmente.
- Para alcanzar la perfección, planificar un menú semanal. Un día haces caldo, y al día siguiente aprovechas las verduras para hacer un puré. Así tiraremos menos comida y compraremos mejor.
- Conservar los alimentos de forma correcta para que no se estropeen antes de tiempo. Contar con el congelador como aliado.
- Cocina de aprovechamiento: croquetas, burritos, empanadas… son platos perfectos para aprovechar restos en casa. No hay que tener miedo a hacer pruebas.
- Aprovechar cosas que normalmente tiramos, como las hojas de la remolacha, de la col y el brócoli, la piel de la patata… Además de ser más sostenible, nos ayuda a ahorrar.
- No te dejes liar por esas ofertas que solo quieren hacerte comprar más cantidad de alimentos de los que necesitas, ¡compra a granel y huye de los productos frescos en envases absurdos. Es la forma perfecta para llevarte a casa solo la comida que necesitas, y no la que te quieren vender.
También es muy importante tener claro que la fecha de caducidad no es lo mismo que la fecha de consumo preferente. Un alimento caducado ya no se considera seguro para el consumo, mientras que uno que ha pasado su fecha de consumo preferente, aunque no puede ser vendido por ley, sí puede ser consumido. Y es que este segundo término nos indica que las características del alimento pueden haberse alterado pero no que no sea apto para el consumo. Así que ya lo sabes: no hay que tirar un alimento porque haya pasado la fecha de consumo preferente.
2. Participar en iniciativas colectivas, que también hace falta un poco de activismo
No me canso de decirlo: los gestos individuales, esos que hacemos de la puerta para adentro, suman, pero los gestos colectivos, multiplican. Y eso sabe Xènia, que participa cada semana en las llamadas redes de alimentos. «Recuperamos de los comercios del barrio frutas, verduras y pan que iban a tirar. El pan es lo que más se desecha; si no es del día, la gente ya no lo quiere. ¡Tenemos la casa llena de tostaditas y pan rallado! Manzanas y plátanos maduros son las frutas que tampoco faltan nunca, se tiran muy a menudo».
Más allá de las redes organizadas, es importante ir con los ojos abiertos. «Acabas rescatando alimentos hasta cuando no lo tienes previsto, y sales del supermercado con cuatro kilos de plátanos que iban a tirar porque estaban muy maduros». No sólo evitas el desperdicio alimentario sino que, está claro, también ahorras dinero a cambio de un poco de creatividad.
Claro que no todo el mundo se siente capaz de pedir esos plátanos un poco ennegrecidos. Por alguna extraña razón, a veces nos da vergüenza hacer las cosas bien pero «la vergüenza no sirve de nada»… «La primera vez cuesta un poco, pero cuando ves todo lo que puedes recuperar, la vergüenza se pasa rápido. Sólo hay que echarle un poco de ganas.» Además, Xènia asegura que la gente suele reaccionar bastante bien, porque ya empieza a haber consciencia de que no hay que tirar alimentos, aunque muchas veces no se sabe muy bien cómo evitarlo.
¡Aunque cada vez hay más iniciativas! Hace ya un par de años conocí el proyecto Espigoladors (espigadores, palabra catalana que se usa para referirse a las personas que recogen el fruto que queda en el campo después de la cosecha), que une voluntariado y trabajo social para espigolar campos. La cosecha se destina a personas en situaciones vulnerables a través de asociaciones pero también a la marca Es im-perfect, que forma parte del mismo proyecto y aprovecha parte de esta fruta imperfecta para producir maravillosas conservas.
También está enfocada a la restauración la campaña de sensibilización sobre el desperdicio alimentario Remenjammm, que entre otras cosas, anima a los restaurantes a ofrecer a los comensales la alternativa de llevarse las sobras de sus platos a casa y a los clientes, a que lo hagan.
Mucho más internacional es La Nevera Solidaria, una red de neveras ubicadas en sitios estratégicos para que los vecinos puedan donar alimentos frescos a quienes los necesiten antes de que se pierdan. Son iniciativas que, además de reducir el desperdicio alimentario, ayudan a crear conciencia en la comunidad sobre la importancia de nuestro papel frente a este escenario.
2. Sacar provecho de las app anti-despilfarro alimentario
Hace unos meses supe de una aplicación llamada TooGoodToGo, que busca ayudar a reducir el desperdicio alimentario en los sectores del comercio y la restauración.
El sistema es muy sencillo e intuitivo. Se trata de una app gratuita, en la que los comercios asociados publican diariamente ofertas que dan salida, por precios muy reducidos, a sus excedentes de alimentos. Encuentras las ofertas más cercanas a donde te encuentras, escoges la que más te guste, la compras desde la web (con descuentos importantes) y vas a recogerlo a la hora que te indica el establecimiento.
Para terminar, si quieres reducir el desperdicio alimentario, te recomiendo visitar la página Yo no desperdicio, que tiene un montón de recursos disponibles.
Así que ahora ya no puedes decir que te faltan ideas ¿Verdad?
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