Sería bonito que decir comercio justo resultara redundante.
Que todo el comercio fuera justo, por definición. Sería bonito y, claro, sería justo.
Por eso digo que el comercio justo no debería existir.
¿Qué razones hay para que un campesino reciba sólo una pequeñísima (e insuficiente) parte del precio de los productos que cultiva, mientras las transnacionales que se encargan de su transformación y distribución se enriquecen sin parar? ¿Por qué hay, en pleno siglo XXI, niños que son explotados laboralmente en lugar de ir a la escuela? ¿Cómo se permiten formas de economía que acaban con los mismos recursos ambientales de los que depende nuestra vida?
¿Por qué no todos los productos se producen y comercializan de forma justa?
Supongo que estas preguntas son las que se hicieron un grupo de personas en Estados Unidos y en Inglaterra, que entre los años 40 y 50 dieron impulso a distintas iniciativas que defendían que los trabajadores artesanos debían negociar en condiciones de igualdad de condiciones y justicia social, y participar activamente en la toma de decisiones comerciales.
¿Qué es el comercio justo?
El comercio justo es, desde nuestro punto de vista de personas consumidoras, un sello que de alguna forma nos conecta con el origen de un producto (algo valiosísimo de por sí en estos tiempos de globalización). Nos da la tranquilidad de saber que estamos consumiendo un producto sostenible de una manera integral. Por lo tanto, es una herramienta muy poderosa para ayudarnos a hacer un consumo responsable.
Pero el sello es realmente lo de menos. La parte más importante del comercio justo no se puede estampar:
- El comercio justo es un sistema de comercio alternativo, que da impulso al desarrollo de colectivos más desfavorecidos y contribuye con la erradicación de la pobreza.
- El comercio justo vela porque las personas productoras reciban un salario justo por su trabajo.
- Los valores fundamentales del comercio justo son la transparencia y la equidad. Por lo tanto es básico el diálogo entre todos los elementos de la cadena de producción y distribución.
- El comercio justo combate las grandes desigualdades entre el precio que pagamos los consumidores y el dinero que reciben los pequeños agricultores. De este modo, actúa también sobre las desigualdades entre los países más desarrollados y aquellos considerados «en vías de desarrollo».
- El comercio justo vela por unas condiciones laborales justas y por el bienestar social de las personas productoras. Esto es especialmente importante cuando hablamos de ciertos productos cuyo cultivo está tradicionalmente asociada a la explotación laboral, e incluso a la explotación infantil en particular.
- Así mismo, el comercio justo busca abolir las desigualdades de género vinculadas a la producción.
- Aunque no se equipara a una certificación de producción ecológica, el comercio justo promueve activamente la responsabilidad ambiental. Es lógico, pues no puede haber una verdadera sostenibilidad social y económica, si no se tiene en cuenta el impacto en el medio natural de la producción.
- Así mismo, el comercio justo promueve la organización a nivel comunitario de las personas productoras. Algo que, entre otras cosas, les hace más fuertes y les permite negociar en mejores condiciones con el resto de la cadena de producción y distribución.
Lo que sobra en tu cesta de compra
¿Te lo has preguntado alguna vez?
Ojo, que igual no sobra nada, pero esto es una hazaña en estos días en lo que tantas cosas nos sobran. Nos sobran posesiones en la casa, nos sobra tecnología, nos sobra información (o pseudo información)… Y en lo que se refiere a los alimentos, sobran un montón de cosas.
- Sobran conservantes artificiales, que muchas veces se acumulan en nuestros organismos.
- Sobran colorantes sintéticos, que no alimentan ni enriquecen el producto.
- Sobran pesticidas y abonos derivados del petróleo, que contaminan los suelos y aguas.
- Sobra el deterioro ambiental, producto de poner los intereses económicos siempre por delante del bien común.
- Sobra la invisibilizada explotación laboral que permite que unas pocas transnacionales se enriquezcan cada día más, a costa del empobrecimiento de las personas productoras.
- Sobran desigualdades de género, que hacen que las mujeres productoras sean sometidas a condiciones lamentables.
- Sobra explotación infantil, algo que debería estar ya totalmente erradicado en nuestros tiempos.
¿Y cómo podemos librarnos de todo esto que sobra?
Revisando nuestro consumo y ejerciendo un consumo responsable. Y una forma de lograrlo, es apostando por el consumo de alimentos de comercio justo. De esto nos habla la campaña «libre de todo lo que sobra» de Tierra Madre.
Tierra Madre.
Comercio justo de alimentos
Tierra Madre. Así se llama la marca de alimentos de comercio justo de Oxfam Intermón.
Un homenaje a esa tierra que nos alimenta y a la que está tan estrechamente vinculada la supervivencia de las familias agricultoras que la trabajan día a día.
Hace unos días recibí una caja con distintos alimentos de Tierra Madre y me tomé el tiempo de mirarlos uno a uno y leer cada paquete. Algo importante, porque la gran diferencia con los productos convencionales es la transparencia, la posibilidad de vislumbrar la historia que está detrás de ese producto.
«El cultivo de café de comercio justo permite pagar el colegio de mis hijas e ir al médico cuando lo necesito», dice mi paquete de café en el reverso. Son palabras de Violet Byamighisha, trabajadora de Uganda.
«Desde que pertenecemos a CEQAC-11, recibimos por nuestro cacao un mayor precio. Por fin se valora el cacao de Santo Tomé», dice Cristina Sanchez Da Silva, Santo Tomé y Principe detrás de mi paquete de chocolate negro Bio.
En la caja de té verde, puedes leer: «SOFA nos conciencia sobre la importancia de no utilizar pesticidas y fertilizantes químicos en nuestros cultivos. Así ahorramos dinero, protegemos nuestra salud y nuestra tierra.»En este caso firma Mrs. Dingirabanda, de Sri Lanka.
El mensaje del paquete de azúcar de caña integral, que es una maravillosa panela sin refinar no podría ser más claro. «Ser miembro de CAES me aporta tranquilidad. Sé que toda mi producción se puede vender en el mercado de comercio justo. Antes, la vendíamos de quintal en quintal y mucha panera se perdía. CAES además nos asesora en el proceso de elaboración de la panela». Son palabras de Esnilda Velásquez, de Perú.
Cada vez que compras un producto, apuestas por el sistema que lo sostiene. Al comprar productos de comercio justo apuestas por el bienestar de las personas que lo produjeron, por el desarrollo de sus comunidades y por un mañana libre de desigualdades.
Porque hay muchas cosas maravillosas
en este mundo
y a mí me encanta compartirlas
Cada 15 días escribo una carta en la que comparto un popurrí de cosas que creo que deberías conocer, porque son buenas para la Tierra o porque son buenas para ti.
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