El Congo Mirador y el excremento del Diablo

El Congo mirador. El pueblo que se ahoga en petróleo. Venezuela

Estos días, sólo pensar en Venezuela nos retuerce las entrañas hasta llorar. Las razones que han llevado al país a ese punto extremo en el que se encuentra son demasiado complejas, pero seguramente todas están manchadas de negro: es el petróleo, ese «excremento del diablo» que tanto dinero y tanta miseria ha traído al país.

Hoy tenemos como autora invitada a Anabel Rodríguez, amiga querida y directora del documental El último año de El Congo Mirador, que estrenará en el 2018 y retrata la historia de un pueblo que prácticamente nada en petróleo y, sin embargo, está condenado a migrar por falta de recursos para salvar sus hogares.

Para que su historia pueda dar la vuelta al mundo, necesitan de nuestra ayuda. Están en plena campaña de crowdfunding para co-financiar la postproducción de la película. A una semana del cierre, han alcanzado el 70% de su meta, pero aún falta camino por recorrer. Cada gota cuenta, no hay donativo pequeño. Puedes hacer tu aportación en este enlace.

La cineasta cuenta que el documental nace de su relación con «ese lugar maravilloso que es el río Catatumbo y su desembocadura en el Lago de Maracaibo -llamado por antiguos pueblos el Gran Coquivacoa«. Hoy nos explicará por qué luego de grabar El último año de El Congo Mirador, ella quisiera que el petróleo no se extrajera industrialmente en Venezuela. Como dice Anabel, una utopía. A su utopía me uno.

Te dejo con Anabel Rodríguez y El Último año del Congo Mirador.

Yve

Estados Unidos sigue pagando a Venezuela 32 millones de dólares diarios por concepto de petróleo. Y este petróleo viene fundamentalmente del Lago de Maracaibo, donde se encuentra el Congo Mirador. Un pueblo palafítico que junto a otros pueblos del sur del Lago se llaman localmente Pueblos de Agua.

Del Lago de Maracaibo, como todo venezolano, he escuchado toda mi vida, pues es de donde viene nuestra principal fuente de ingreso. La imagen de los taladros en contraluz de atardeceres ámbar son un símbolo muy presente en la idiosincracia venezolana. Eso y las «mises». En lo que nunca me detuve al ver esas imágenes en libros escolares, afiches y videos, es que realmente esos atardeceres eran de una belleza fuera de lo ordinario.

En el año 2008 visité por primera vez la zona para intentar grabar el Relámpago del Catatumbo. El Relámpago de Catatumbo es un raro fenómeno atmosférico: un relampagueo silente sobre el río, que puede verse casi todo el año.

Entonces conocí a unos muchachitos que se acercaron a nuestro palafito remando en pequeños botecitos. Los botes estaban hechos a partir de galones de gasolina, a los que le cortaban unos orificios para que funcionaran como botes. Eran los hermanos Villasmil, pescadores y enamorados. Con ellos grabamos un corto documental llamado «El barril», que dio la vuelta al mundo, tanto por el ingenio de los botecitos, como por el carisma de El catire, líder del grupo de hermanos.

Riqueza en la pobreza, pobreza en la riqueza

El Congo Mirador está formado por unas ciénagas con innumerables canales que conducen a lagunas de aguas dulces. A simple vista se observan las mariposas azules, los perros de agua ylos araguatos, cuyo «lenguaje» es parecido al sonido de la tormenta. Hay también leopardos, cocodrilos y una variedad de aves impresionante. El famoso chicagüire por ejemplo.

El oriundo del Congo Mirador, el conguero, es tradicionalmente un pescador. En tiempos pasados no tan remotos, eran pescadores-poetas y era común escuchar décimas improvisadas que contaban historias sobre la jornada de trabajo, sobre los amores y más aún, sobre las penas de amor. En algunas de esas décimas se habla de la variedad de peces de agua dulce que se conseguían en la laguna de Congo Mirador.

Se cuenta que hasta manatíes había.

Hoy día la pesca se centra en la captura de «Marianas», que es una suerte de bagre, y de cangrejas. Entre la sedimentación y la pesca sostenida con barco de motores fuera de borda, a la laguna ya no le quedan peces de agua dulce. Tampoco le quedan al Lago de Maracaibo.

Durante la grabación del corto El barril supimos que el lugar se estaba sedimentando, es decir, lo que es una laguna, se estaba llenando de tierra. Al parecer, la única solución al problema es un trabajo de ingeniería hecho con unas máquinas de dragado. Pero la gente del pueblo no tiene cómo financiarlo y por mucho tiempo confiaron en que el gobierno los apoyaría en la realización de este trabajo.

Decidimos hacer una película documental al respecto y cuatro años de grabación respaldan este trabajo. La película dará cuenta del seguimiento del proceso social de conflicto y migración, y también la historia del paisaje y la vida en la desembocadura del río Catatumbo.

El Catatumbo es un río que arrastra mucha tierra, y desde hace diecisiete años aproximadamente, ha presentado un cambio en su desembocadura. De sus dos «bocas» al lago -la norte y la sur- se sedimentó su boca norte. Parte de su flujo comenzó a salir por un brazo que abrieron unas familias del Congo, y que llevaba hasta la laguna del Congo Mirador. La fuerza del río convirtió a un canal angosto, en una salida principal del río. Una transformación a la que también puede haber colaborado el cambio climático, que se hace evidente en la baja frecuencia actual del Relámpago del Catatumbo. El conguero, como parte de un ambiente evidentemente cambiante, se ha adaptado y se ha hecho menos sedentario.

También en parte es consecuencia de que ha sido un pueblo un tanto depredador en su relación con el medio ambiente. Sin embargo, hay en el pueblo una nostalgia por un mundo y una cultura que da cuenta de una vida con embarcaciones a «palanca» o remo, de piraguas, de barcos a vapor, una imaginería de aparecidos y espíritus -buenos y malos-, de pescadores-poetas que además eran «culebreros» (aquellos que conocen la cura al envenenamiento por mordida de culebra).

Hace no mucho era una sociedad que producía suficiente café, cacao, gran variedad de quesos blancos, frutas tropicales pocos comunes, especies, como el onoto (achote), que construían sus casas con maderas locales y no con los «acerolí» de plástico que hoy son techos de las casas.

En mi juventud me opuse a esa expresión que llama al petróleo «El excremento del diablo«, acotada por Juan Pablo Pérez Alfonso, venezolano fundador de la OPEP*. Luego de estar tan cerca de la industria y darme cuenta del impacto social y ecológico que implica, creo que, sí, que sería mejor dejar el petróleo en el Hades. Construir una sociedad basada en el ecoturismo y no en el plástico.

Décima del ‘pescao’

Llegó el primo a Maracaibo y le dijo a tío

«Como estoy necesitado,
exijo pero no tanto
que para los días santos
me mandéis unos pescados
no importa que esté enhuevado
puestos, flacos o chiquitos
me mandáis unos poquitos
o si podéis unos pocos
que aquí yo les pongo coco
o hago con ellos mojitos.

Me mandáis un Paletón,
un pámpano grande y bueno
pa’comérmelos rellenos
porque yo soy muy glotón.

Una arroba de cazón
de Tibrón o Pez Espada
una Curbina huevada,
un Mero, un Jurero, un Pargo
y si te ha quedado algo
una Doncella salada.

Me conseguís un Toruno,
una Lisa y un Robalo,
dicen que ese pez es malo
pero para mí no hay uno,
hasta el Bagre blanco es uno
que me lo como con ganas
mandame unas Manamanas,
Bocachicos, Cachicos y Cotín,
Dientones y Macabí,
un Malalmo, una Mariana.”

* * *

La foto de la portada de es John Márquez.

*Referencia al libro Hundiéndonos en el excremento del diablo (1976), de Juan Pablo Pérez Alfonso, fundador de la OPEP.

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