Todo el mundo intentando venderte algo
Intentando comprarte
Queriendo meterte en su melodrama
Su karma, su cama, su salto a la fama
Su breve momento de gloria
Sus dos megas de memoria
Subirte a su nube
Como un precio que sube
Para luego exhibirte
Como un estandarte.
Jorge Drexler (Silencio)
En estos tiempos de exceso de pseudo-información, parece que todo el mundo quiere competir por nuestra atención a cualquier coste: bailes para explicar problemas sociales agudos, chistes que solo pueden, con suerte, esbozar un tema complejo y lleno de matices y, también, otro tipo de contenido que gana muchos likes y que es más viejo que el Matusalén: El contenido amarillista o sensacionalista.
Y ahora no hablo de las noticias de crímenes o “escándalos del corazón”. Me refiero a cierto “amarillismo ambiental”.
Entre la ecoansiedad y el amarillismo
Veamos. Yo dedico gran parte de mi jornada laboral a la divulgación ambiental porque sé que es necesario un cambio de sistema. Y sé que para lograrlo hace falta mucha información: que cada vez más personas seamos conscientes de la situación ambiental, del impacto de nuestra forma de vida y de las formas en las que podemos colaborar a construir un mejor mañana.
Y no estoy sola. Somos muchas las personas que estamos preocupadas y que queremos gritar a quienes nos rodean que tenemos que hacer algo. Afortunadamente, cada vez somos más.
Pero últimamente he estado dándole vueltas a un pensamiento: y es que en esas ansias -ecoansias a veces-, caemos un poco -o a veces mucho- en el “amarillismo ambiental”.
Incluso alguna vez me he dado cuenta de que me ha pasado a mí, que siempre trato encontrar una luz al final del túnel. Porque yo también intento captar tu atención, igual que los medios de comunicación tradicionales, el montón de “eco-influencers” que seguramente invaden tus redes y otras tantas cuentas de “divulgación ambiental”.
Evidentemente, no estoy diciendo que la Tierra goza de perfecta salud y que todo está genial. Para nada. Es obvio que tenemos problemas ambientales bastante gordos. Pero sí creo que tenemos que lograr comunicarlos con más rigor, con menos sensacionalismo y que al compartir noticias y datos, hay que saber dónde está lo importante.
Porque a menudo compartimos con demasiada alegría muchos titulares sin contexto ni reflexión, que más que informar a fondo, buscan que corramos al primer clic disponible.
Y en el camino damos por absolutas y definitivas a ciertas estimaciones e hipótesis (científicas o no), al tiempo que nos perdemos la oportunidad de mostrar matices y posibilidades.
Qué es el amarillismo ambiental o sensacionalismo ambiental
Si adapto la definición de la RAE de Sensacionalismo, podría decir que el amarillismo ambiental es la tendencia de algunos medios y perfiles sociales a presentar las noticias destacando sus aspectos más llamativos, aunque sean secundarios, con el fin de provocar asombro, escándalo y, así, mayor alcance. A menudo sacado de contexto la información o dando por definitivas las estimaciones y proyecciones científicas.
A veces con la «buena intención» de impulsar un cambio positivo, a veces con el único interés de conseguir más likes y alcance, y seguramente muchas otras veces con una mezcla de ambas motivaciones.
Más plástico que peces en el mar
Un ejemplo de amarillismo ambiental que ya conoces
Salta a Google y haz la siguiente búsqueda: “Más plástico que peces en el mar”.
Es un titular que has leído infinidad de veces y yo misma he escrito esa frase a menudo como un recurso para llamar la atención sobre el problema y la necesidad de acción.
Seguramente Google te muestra las mismas palabras que has tipeado, casi exactas, como titular de muchos artículos, que dan a entender que esto es una realidad ineludible.
Y es que ese titular es muchísimo más “sexi” que decir que, de acuerdo con este informe elaborado en el año 2016 por la Fundación Ellen McArthur, el Foro Económico Mundial y McKinsey & Company, “si mantenemos la tendencia actual, en el año 2050 podría haber más plástico que peces en el mar, en cuanto al peso”.
Yo intento siempre citarlo de forma más rigurosa, matizando todo lo posible, pero también he llamado la atención sobre este mensaje omitiendo lo más importante del informe del que forma parte.
Porque, ¿sabes cuál es el verdadero titular del informe citado?
La nueva economía del plástico. Repensando el futuro de los plásticos.
Este documento resume un gran esfuerzo por evaluar el potencial impacto positivo de una nueva economía del plástico.
Hemos leído infinidad de veces aquella frase sobre “más plásticos que peces en el mar”, pero yo hace rato que no escucho hablar del contenido principal del informe., que es un llamado a trabajar por un enfoque sistémico en materia de plásticos, resaltando la necesidad de colaboración entre distintos actores, con el objetivo de “pasar a un modelo de economía más circular”. Y: traza una hoja de ruta para lograrlo, que muy resumidamente consiste en lograr un reciclaje eficiente (con una visión global que tiene en cuenta todas las etapas, comenzando por el diseño), reducir drásticamente el vertido de plásticos al medio ambiente, “hacer más con menos plástico” (reduciendo o eliminando packaging en diversas formas) y producir el plástico que sea necesario a partir de fuentes renovables.
Pero me voy por las ramas, como es habitual.
Porque lo que quiero que te lleves hoy es una invitación a ir más allá del titular fácil (al leer y también al compartir), aunque aquel llame mucho la atención, porque ese titular a menudo nos distrae de los contenidos verdaderamente importantes útiles e incluso positivos, porque ya se sabe “que lo positivo no vende”.
Y otra cosa: mientras escribía este texto, he googleado otra cosa: el término amarillismo ambiental. Así he descubierto que el término no me lo he inventado yo y, además, me he encontrado este artículo de Carlos Cachán, profesor de la Cátedra de Desarrollo y Medio Ambiente de la Universidad Antonio de Nebrija sobre el tema.
Algunos consejos para evitar caer en el amarillismo ambiental
¿Cómo huimos de este amarillismo ambiental? Me permito esbozar algunas recomendaciones sencillísimas, que también valen para huir de las fakenews.
- Lee con precaución y atención cualquier noticia o publicación y, obviamente, siempre ve más allá del titular. Pero lee de verdad y no creas que “no tienes tiempo”. Puede que haya exceso de información, pero tú no estás “sobreinformada” si no quieres. Tienes la opción de escoger leer menos titulares, y más artículos y libros.
- Piénsalo bien antes de compartir cualquier contenido
- Consulta otros medios y ve a las fuentes para verificar la información. Si corresponde, en las publicaciones científicas originales. Si tienes problemas con el idioma original, traduce y confirma tu traducción usando distintas herramientas o consultando con alguien.
- Asegúrate que esté claro de quién es la autoría del contenido y cuál es la fuente. Antes de compartir un contenido, una fotografía, un vídeo, deberías saber quién lo ha creado y si es una fuente fiable.
- No te servirán para evitar caer en el amarillismo ambiental, pero sí que hay un par de herramientas fáciles para desenmascarar bulos y fake news populares: Son Maldita.es y Stop Bulos. Te animo a consultarlas antes de compartir una alerta roja, una acusación contra una persona, o cualquier otra noticia que veas viralizarse en redes y no sepas si es cierta o no.
- Y finalmente. Si la lías compartiendo una información incorrecta o descontextualizada, rectifica. Yo misma he cometido errores de este tipo (un par en este año que acaba) y me ha tocado borrar y corregir la información. Por eso escribo estas palabras con mucha humildad y también en un ejercicio de autocrítica ante todo.
Porque hay muchas cosas maravillosas
en este mundo
y a mí me encanta compartirlas
Cada 15 días escribo una carta en la que comparto un popurrí de cosas que creo que deberías conocer, porque son buenas para la Tierra o porque son buenas para ti.
Recibe las cartas de la ecocosmopolitaQue un poco, es lo mismo porque formamos parte de este planeta.
Porque hay muchas cosas maravillosas
en este mundo
y a mí me encanta compartirlas.
Cada 15 días escribo una carta en la que comparto 3 cosas buenas y bonitas, que creo que deberías conocer ya sea porque son buenas para la Tierra o porque son buenas para ti.
Que un poco, es lo mismo, porque somos una misma cosa.