Amanda nació un caluroso 9 de julio hace cuatro años. Llego al mundo en nuestra habitación tras un largo trabajo de parto y esa noche dormimos abrazados los cuatro en la cama: ella, recién nacida; Abril, de cuatro años; Mauricio, el mejor compañero de parto, y yo, agotada y feliz.
Amanda no quiso salir de mis brazos en tres días. No pasaba nada. Yo ya sabía que en ese momento no había nada más importante que darle calor y estar ahí para ella. Por cierto, dormía mucho y costaba un poco hacerle mamar, pero «seguramente era cuestión de arreglar la postura» e Inma, nuestra maravillosa comadrona, nos ayudaría con eso. Además, yo ya tenía mucha experiencia en lactancia.
Abril, la lactancia feliz
Para el parto de Abril cuestioné pocas cosas o me conformé con respuestas muy simples. Fui a una clínica privada y recibí infinidad de humillaciones y malas prácticas obstétricas que no contaré aquí (basta leer cualquier típico parto medicalizado y añadirle la presencia de una comadrona un poco sádica) y, cosa normal, acabamos en cesárea. Para mi desesperación, solo me mostraron a mi bebé cuando estaba totalmente lavada y vestida, y tuvieron la bondad de desatarme una mano para dejarme acariciar su rostro antes de llevársela a «observación». Yo estaba atada porque no podía parar de temblar.
A pesar de todos mis ruegos, no llegó a mi habitación hasta cinco horas después. Al amanecer, tras una noche de agonía por tenerla en brazos, finalmente apareció una enfermera con ella, me la puso en brazos, y esa cosita pequeña y hermosa que habían arrancado de mi cuerpo empezó a mamar como si lo hubiera hecho toda la vida. No tuve una sola grieta y Abril tomó pecho como una campeona hasta casi los cuatro años, cuando ella misma la dejó.
Abril no tuvo el nacimiento que queríamos, pero creo tuvimos que vivirlo tal como fue para romper muchos paradigmas que traíamos a cuestas.
Amanda, yo también quiero parir
El nacimiento de Amanda fue asistido por Inma Marcos -amiga y comadrona de referencia en parto en casa y lactancia materna-, y Vanessa Brocard, que entonces aún estaba haciendo sus prácticas de doula y fue un absoluto bálsamo para el espíritu y el cuerpo.
Mauricio fue mi apoyo en todos los sentidos y Abril estuvo casi todo el día de parto con mi amiga Eva, Alex y familia. Cuando sentí que coronaba, después de horas de un difícil trabajo de parto, grité “¡traigan a Abril!”. Aunque no lo vi, tengo grabada en mi mente la imagen de Alex corriendo con Abril en caballito, ella con un lindo vestido blanco y dos coletas. Para mí era tan importante que ella compartiera el momento con nosotros y aprendiera que hay otra forma de nacer, como que la bebé tuviera una llegada al mundo digna y respetada.
Abril llegó a tiempo para ver cómo Amanda salía de mi cuerpo y, con una sonrisa inexplicable en el rostro, le hizo su primera caricia y le dio su primer beso, mientras Mauricio y yo, inmóviles, derramábamos lágrimas de emoción. El cordón umbilical era tan corto que Amanda no llegaba al pecho. Cuando dejó de latir, Mauricio lo cortó. Amanda, aun llena de toda clase de fluidos, mamó tranquila a los pocos minutos, con esa mirada única de un bebé que acaba de nacer y que quiere capturar toda la realidad que le salta encima en un instante.
Todo estaba dado para que fuera la lactancia perfecta, pero las cosas no siempre salen como las tenemos planeadas. Amanda nació el viernes por la noche; el sábado nos visitaron Inma y el propio Carlos González y todo estaba perfectamente. Al día siguiente noté que dormía demasiado y me costaba hacerla mamar. 48 horas después de la última visita, el lunes, llegó Inma y comprobó que Amanda había perdido demasiado peso. Yo tendría que sacarme leche cada tres horas para activar la producción y darle con una cucharilla cada gota que saliera. El resto del tiempo, al pecho.
Las cosas no mejoraron fácilmente. Cada vez era más difícil mantenerla al pecho despierta por más de un minuto, así que al día siguiente había bajado de peso de forma tan espectacular que Inma (¡icono de la lactancia!) envió a Mauro por leche de fórmula. Amanda debía tomar cada tres horas no sé cuántas onzas de leche. «No importa si es tuya, de una vaca o de la vecina, pero tienes que dársela con jeringa y ver que se tome hasta la última gota. Y tú, sigues con el sacaleche cada tres horas y te pones la nena en el pecho el tiempo restante.”
Todo ese maravilloso baño de hormonas que me empapaba desde hacía tres días se escabulló. Lloré de la forma que sólo una mujer puede entender. La situación me superaba pero yo tenía que amamantar a Amanda, ¿cómo podía pasarme eso a mí, que había amamantado durante cuatro años, que había ayudado a mis amigas con sus bebés, que había leído tanto y que incluso había hecho la formación en lactancia materna más importante de Catalunya?
Familia de leche
Antes de irse a casa, Inma, que también estaba amamantando, se sacó un poco de leche que alcanzó para una toma. La siguiente la completamos con fórmula. Le conté entre llantos a Amparo, amiga y también recientemente madre, por tercera vez. Estaba pensando en la siguiente dosis de fórmula cuando sonó el timbre.
Amparo había dado voces. Era de nuevo Alex, esta vez con leche de Eva que aun amamantaba a Mateu. ¡Fue tan emocionante! Cerramos la puerta pero volvieron a llamar. Era Clement, con leche de Marta, otra amiga y compañera de aventuras maternales, que entonces amamantaba a Iris.
Por la mañana siguiente llegó Anita de Madrid, que al enterarse de la situación cogió el primer tren que pudo y se plantó en casa durante dos semanas para ayudar como la más cariñosa, silenciosa y oportuna de las madres. Mientras Anita aun se instalaba, apareció Eva y me trajo más leche propia y, al rato llegó la misma Marta, que también hizo una visita discreta y nos dejó nuevas reservas.
Hacia el mediodía apareció Amparo para averiguar cómo era eso de sacarse leche con un aparato, sin mucho éxito pero trajo un botecito de leche de Cris, quien dos años después se convertiría en educadora de Amanda y entonces daba pecho a Miguel, y otro con leche de otra Eva, que estaba lactando a Joan.
Mi cuerpo comenzó a reaccionar pronto pero necesitaba la leche de mis amigas para completar las tomas (y probablemente también necesitaba la oxitocina de su solidaridad infinita). No sé si esa misma tarde o al día siguiente, cuando comenzaba a acabarse la leche de estas súper mamás (espero no olvidarme de nadie más), llamó Inma. “Voy camino a tu casa con dos litros de leche de dos mamás en postparto que acabo de visitar”. Cuando días después se agotaba esta última donación silenciosa, ya yo producía suficiente leche y a buen ritmo. Así que finalmente, sólo usamos la leche de fórmula para la primera toma y, por cierto, tras 24 horas de tomas controladas, Amanda ya ganaba peso y estaba mucho más despierta.
Toma nota si te preguntas cómo aumentar la producción de leche materna. Lo mejor para estimular la subida de la leche o aumentar su producción es la succión del bebé. Lo siguiente, el uso consecuente del sacaleche.
Todo se transforma
Jamás me he sentido tan apoyada. Anita y Mauro se alternaban para alimentar a Amanda con la jeringa, cuidar a Abril y cocinar mientras yo me sacaba la leche entre cada toma, fuera día o noche, y luego intentaba hacer que la bebé mamara. Era un caos y estábamos agotados pero me abandoné a la suave caricia de toda esa silenciosa red de amigos que estaban en el lugar justo y ayudando tanto en un momento tan difícil. Sabía que podía aislarme de todo con mi bebé y dejarme arropar. Y todo fue bien. Amanda cogió fuerzas, logró una succión efectiva y poco a poco retiramos todas las tomas asistidas. Un mes después estábamos de camping en Vinyols durmiendo los cuatro en una tienda de campaña y recordando toda esa experiencia como un lejano sueño.
Desde entonces puedo encontrarme a veces triste o perdida, pero jamás sola. Mi familia se ha multiplicado. Alguna vez dije que Abril me regaló la conexión con mis instintos y con la Tierra. Amanda me hizo otro gran regalo: me enseñó a recibir ayuda con la certeza de que la vida siempre te permite devolver aquello que has recibido. Como dice Jorge Drexler, nada se pierde, todo se transforma.
Desde Alba Lactancia Materna, Alba Padró (creadora de Latapp) me ayudó a aclarar infinidad de dudas en el día a día de la lactancia con mis dos bebés. Si tienes problemas o dudas, ponte en contacto con ellas porque realmente es una bendición contar con su apoyo.
Perdona (¡si has llegado aquí!) por salirme de la ecología, pero son licencias que se toma una madre bloguera en el cumpleaños de su cachorra. Y la lactancia también tiene mucho que ver con sostenibilidad.
Y ahora, cuéntame, ¿has dado pecho? ¿Darías tu leche al bebé de una amiga, o le darías tu bebé la leche de otra mujer?
Porque hay muchas cosas maravillosas
en este mundo
y a mí me encanta compartirlas
Cada 15 días escribo una carta en la que comparto 3 cosas buenas y bonitas, que creo que deberías conocer ya sea porque son buenas para la Tierra o porque son buenas para ti.
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