Muchísimas veces llegan instaladas en nuestras bebidas sin preguntar. Altivas y orgullosas, esperando tranquilamente por nuestros labios. Los niños suelen celebrarlas y al mismo tiempo, doblarlas, morderlas sin consideración (ni respeto), mientras nosotros las besamos, succionamos y tiramos sin a penas fijarnos en ellas.
Solemos beber con pajita sin pensarlo dos veces, pero normalmente no las necesitamos. Y representan el 4% de la (demasiada) basura que hay en los océanos.
Un Día Internacional Sin Pajitas
El 3 de febrero de 2017 se celebró el primer Día Internacional Sin Pajitas, gracias a una iniciativa de Bye Paillé.
La idea de la convocatoria no era dejar de beber con pajita por solo un día del año, evidentemente. Buscaba sino hacer gala de aquello de que «la unión hace la fuerza». Hacer un llamado internacional sobre el problema que representan las pajitas para el medio ambiente y correr la voz. La idea de este día es que, por un lado, los bares y restaurantes dejen de ofrecerlas y, por el otro, los consumidores recordemos decir aquella frase maravillosa de «sin, pajita por favor».
Desde La Ecocosmopolita apoyamos el capítulo catalán de la campaña, que es la iniciativa Millor sense Canyeta.
Pero ¿por qué tanto alboroto por algo tan insignificante como las pajitas? Comencemos desde el principio…
Breve nota histórica sobre las pajitas, cañitas, popotes, pitillos, bombillas, sorbetes…
Efectivamente, pajita es solo uno de los infinitos nombres que asumen estas señoritas en castellano. Y al parecer son un invento de la más lejana antigüedad.
Parece que la imagen de arriba es la primera representación artística del acto de beber con pajita y fue encontrada en la tumba de la reina Puabi en la antigua ciudad sumeria de Ur. También se han encontrado elegantísimas pajitas hechas de oro, playa y lapislázuli, como la que ves a continuación, también de origen sumerio.
En Sudamérica, los indios guaraníes acostumbraban beber con pajita vegetal el mate (¿o deberíamos decir más bien bombilla?) mucho antes de la llegada de los colonizadores europeos.
En el siglo XIX se usaban pajitas vegetales (¡de caña de centeno, que ahora han vuelto!) pero se ablandaban fácilmente con la humedad, así que Marvin C. Stone (un inventor y fabricante de boquillas de cigarrillos) decidió solucionar el asunto inventando la primera pajita de papel.
Desde luego, a mediados del siglo XX llegaron las pajitas de plástico desechable, hechas para durar una eternidad pero para usarlas unos instantes. A costa de ser baratas, y con argumentos de falsa higiene, se han hecho omnipresentes en la restauración mundial.
10 razones para decir NO a las pajitas de plástico
- Se calcula que en Estados Unidos se consumen 500 millones de pajitas cada día, más de 1.5 pajitas per cápita.
- En España, Greenpeace estimó que se consumen 13 millones al día. 5 mil millones al año. No hace falta más que dar un paseo por la playa con los ojos bien abiertos para comprobar las dimensiones del problema.
- La imagen de la cabecera de este artículo es el resultado de una limpieza de playa, organizada en verano de 2018 por Zero Waste Network Barcelona, durante unas dos horas, en la que participamos unas 20 personas. Sin dudas, muchas de esas pajitas hubieran acabado en el mar, de no ser porque las recogimos. Y es lo que pasa el resto de los días del año.
- Normalmente las pajitas están hechas de polipropileno o de poliestireno, dos plásticos que se reciclan bastante bien. El problema es que al ser tan estrechas y ligeras, suelen caerse, tirarse descuidadamente al suelo, escaparse de la cadena de selección, etc. Así, la mayoría escapa del ciclo de reciclado.
- En el océano flotan más de 5 billones de piezas de plástico que pesan más de 250,000 toneladas. Los residuos plásticos representan de un 60 a un 80% del total de residuos que se encuentran en el mar.
- Año tras año, las pajitas están entre los 10 residuos encontrados con más frecuencia en las limpiezas de playa. Ocean Conservancy estima que representan el 4% de la basura que se encuentra en el mar.
- Una pajita en medio de la naturaleza puede causar estragos en la fauna: está documentado ampliamente que causan heridas graves en fosas nasales, ojos o garganta, e incluso pueden ocasionar la muerte por atragantamiento. Se calcula que cada año mueren al menos 1 millón de aves marinas y 100 mil mamíferos marinos y tortugas por culpa del plástico.
- Si no acaban incrustadas en el interior de un animal, se degradan en microplásticos que contaminan el agua, entran en la cadena alimenticia cargados de sustancias tóxicas, y causan enfermedades en seres vivos, incluidos nosotros, los humanos.
- Usamos cada pajita durante solo unos minutos y luego va a parar, si hay suerte, a una papelera. Todo el proceso de extracción de la materia prima, fabricación y transporte, más todos los recursos invertidos en el proceso, también van a la basura.
- La inmensa mayoría de las personas no necesitamos una pajita para beber (aunque pueden serlo para personas que tienen movilidad reducida o con ciertas patologías). Y si realmente quieres beber con pajita o la necesitas hacer por alguna razón, hay alternativas que no tienen el mismo impacto ambiental… ¡Y está en tus manos hacer el cambio!
Beber con pajita, sí. Pero que sea una pajita ecológica
Hay quien considera que el movimiento contra las pajitas es muy extremista, mientras para otros es todo lo contrario: demasiado «relajado».
Yo lo veo, simplemente, como un residuo muy inútil y demasiado fácil de evitar para no darle guerra.
Lo cierto es que también gusta que cada quien consiga su punto de equilibrio y me encanta que haya alternativas más sostenibles a las pajitas desechables de plástico.
Porque no son necesarias, pero tampoco son necesarios los pendientes o las pulseras, y eso no quiere decir que no pueda usarlos quien quiera.
Pero no es ecológico beber con pajitas desechables, por más que puedan ser biodegradables y tener muchos sellos de sostenibilidad, si fuera el caso.
Todo producto desechable es un desperdicio de recursos (materia prima, agua, energía, mano de obra). Y toda esa inversión para hacer algo de usar y tirar es una gran tontería, aunque nos lo vendan como un plástico biodegradable.
Por cierto, hay que recordar que muchos materiales biodegradables, solo se degradan bajo condiciones muy específicas, que no incluyen un vertedero común ni la playa. Además, generalmente se usan aditivos en su fabricación para hacerlas resistentes al agua, por ejemplo, y estos pueden tener efectos negativos tanto para la salud como para el medio ambiente.
También hay pajitas comestibles pero hasta que no se demuestre lo contrario, no creo que sean muy saludables (un perfecto ejemplo de un producto súper procesado y lleno de azúcar).
Pueden ser una alternativa «menos mala» para bares y restaurantes que quieren reducir su huella ambiental. Porque ofrecen una opción de coste económico relativamente bajo y les evita la limpieza de las reutilizables, aunque suponen un consumo continuo de recursos. Por eso siempre será preferible que la materia prima sea vegetal, en lugar de que continuemos contribuyendo con el negocio de los hidrocarburos para objetos tan temporales.
Sin embargo, lo ideal sería que invirtieran en unas pajitas reutilizables. Y hay muchas alternativas
En la tienda online Usar y Reusar encontrarás
Varias presentaciones de pajitas reutilizables de acero inoxidable y son lindas, las más resistentes, no retienen el sabor de las bebidas, se lavan de maravilla (incluso en el lavavajillas). El acero no es por sí mismo un material ecológico (su extracción y producción tiene una importante huella ecológica) pero en cambio puede durar para toda la vida, así que esa huella se puede amortizar de sobras.
Unas pajitas que, literalmente, pueden heredar tus nietos (¡o los de tus amigas!). Además, el acero se recicla muy bien.
Pajitas de bambú: se trata de un material con un mínimo impacto ambiental en su fabricación, puesto que el bambú es una planta que crece muy rápido, absorbe mucho CO2 en su crecimiento, y si se cultiva en su ambiente natural, no necesita mayores cuidados ni riego.
Aunque más bien es una hierba que se hace muy fuerte al crecer, Greenpeace la incluye en su lista de Buenas maderas porque supone una alternativa excelente a esta.
Las que tenemos en Usar y Reusar, además, son de bambú salvaje Vietnamita, recolectada por trabajadores locales y trabajado muy cerca del lugar de recolección. Compramos directamente a Vietnam para evitar intermediarios y asegurar un precio justo. Además son pajitas activistas, porque nos recuerdan que el futuro no es desechable con una inscripción láser.
Puedes usarlas en casa, o llevarlas en una funda en tu bolso para usarlas cuando quieras.
Pajitas reutilizables de vidrio: Las que tenemos en Usar y Reusar, hechas en Barcelona, son muy resistentes, de vidrio de laboratorio. Una buena ventaja es que no se calientan, y que es muy fácil controlar que estén perfectamente limpias.
Sea cual sea la pajita reutilizable que escojas, asegúrate de que venga con cepillo a la medida para lavarla por dentro, porque si no, ese agujero puede convertirse en el hogar de una comunidad indeseable.
Pero lo más importante es que la próxima vez que vayas a un bar te acuerdes de decir «sin pajita por favor» y, además, hacer eso de la «erre» de reclamar, en su acepción más amable.
Además de evitar tu pajita, puedes invitar al bar a dejar de ofrecer pajitas de plástico a sus clientes para que podamos conseguir entre todos unos océanos más limpios.
¿Habías pensado en el impacto del uso de las pajitas? ¿Acostumbras beber con pajita de plástico? ¿Las compras en casa? ¿Intentas rechazar las pajitas de un solo uso de los bares? ¡Cuéntamelo todo!
Porque hay muchas cosas maravillosas
en este mundo
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Cada 15 días escribo una carta en la que comparto un popurrí de cosas que creo que deberías conocer, porque son buenas para la Tierra o porque son buenas para ti.
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