(Por lo que veo, Moler no está trabajando actualmente así que elimino los enlaces a su web. 04/08/23)
Las gafas que llevaba hasta hace poco resultaron bastante económicas. Mi hija mayor y yo estábamos haciendo terapia visual con mi optometrista (cuyos servicios recomiendo encarecidamente) y las dos necesitábamos monturas nuevas. Todo junto era un gran gasto y me dejé llevar por una oferta de 2×1 de una empresa que llamaremos A, cuyo nombre no pienso mencionar.
Cuando llegamos a nuestra siguiente sesión con la optometrista, nos «riñó» amablemente por la selección. «Esas son ópticas que viven de falsas ofertas y están matando a las tradicionales a partir de políticas de precios bajos, que se pueden permitir porque tienen una producción inmensa, quién sabe en qué condiciones…».
Me sentí avergonzada porque, vamos, se supone que yo sé de consumo responsable y había caído de lleno en la trampa del marketing de una gran cadena (que por cierto, yo no conocía antes de pasar por la puerta). En lugar de hacer una investigación antes de escoger una alternativa, había visto solo el bolsillo, que aunque a veces manda irremediablemente, suele ser mal consejero.
He de decir que igualmente me gustaban mucho mis gafas, hasta que un día se me salió un tornillo. Pasé por una óptica del barrio para pedir que me lo ajustaran y descubrí con sorpresa que las gafas de A usan un tornillo «especial». La clásica técnica de obsolescencia que te obliga a ir a su tienda de nuevo. Como la tienda no me pilla tan cerca, no encontré el momento de ir a tiempo y, no sé cómo, finalmente perdí el tornillo y también la pata. No hubo forma de encontrarlos. ¿Se puede cambiar la pata? Sí pero vale ¡40 euros! y las gafas no son compatibles con otras patas de otras marcas.
Enfurecida, decidí cambiar de montura y dejar las cojas para emergencias. Esta vez, desde luego, sí me puse a investigar. Comencé pidiendo ayuda a la súper comunidad de La Ecocosmpolita en Instagram.
Finalmente, me quedé con Mōler Gafas de madera, que es justamente la marca que ya conocía y seguía, y que voy a presentarte en este post, porque me encanta su trabajo, porque es un proyecto de Valencia con una linda filosofía detrás y porque simplemente Víctor J. López Camuñas , CEO de la empresa, ha sido inmensamente amable y colaborador. Eso sí, ¡no fue cosa fácil escoger el par de gafas que más me gustaba!
¿Me acompañas a visitar a Víctor, quien hizo estas gafas con sus propias manos?
Entrevista a Víctor J. López Camuñas, CEO de Mōler Gafas
Mōler es una empresa 100% familiar y como tantas pequeñas empresas, es producto de la crisis. Nace por iniciativa de Rubén -primo de Víctor- y su padre, Jose. Rubén es diseñador industrial, y José es ebanista, carpintero, maquinero, un experto en todo lo que tiene que ver con la madera. Había tenido una empresa de decoración, pero recibió un golpe duro con la crisis, se quedó con muchas facturas sin cobrar y tuvo que cerrar el negocio en muy malas condiciones. Sin embargo, de los restos de este fracaso, surgió Mōler.
Resulta que Rubén viajaba mucho por aquella época, y llegó un buen día a España con la idea de hacer gafas de madera. Como él, su amigo David -también diseñador industrial- y José estaban en el paro, decidieron «unir sus tiempos y facetas» para crear una empresa especializada en gafas de madera, algo muy novedoso aún, que para ellos era una auténtica aventura.
Así, Mōler nació literalmente de los restos. José aprovechó su saber hacer, la maquinaria, que sí había logrado conservar, y restos de maderas de su negocio de toda la vida. «En un principio las gafas se hicieron en ébano y en zebrano, que es lo que más seguimos usando, y eran recortes que tenía mi padre de trabajar la ebanistería. A partir de esos restos, sin saber nada de gafas, mi padre se reinventó».
Víctor, que hoy tiene 27 años. estaba en segundo año de carrera y siempre había seguido de cerca el trabajo de su padre, Así, poco a poco, se fue enamorando del proyecto y finalmente pasó a formar parte del equipo después de graduarse, para dedicarse a la labor comercial. Con el tiempo, el resto del equipo se fue desvinculando de Mōler, y Víctor se quedó al frente de la empresa, aunque siempre con el apoyo de José en lo que se refiere a fabricación. Pero, ¿sabes qué? Mejor dejo de hablar yo. Vamos a darle paso a Víctor, que tiene mucho que contarnos…
¿Cómo fueron los primeros tiempos de Mōler?
Al principio éramos varios trabajando en la empresa y llegamos a estar en bastantes ópticas; se apostó por ello. Tuvimos comerciales por toda España y en algún punto fuera del país, por ejemplo en tiendas de moda en Brasil. Con el tiempo nos dimos cuenta de que fue un craso error porque la experiencia fue bastante lamentable. Las ópticas, en general, no quieren algo como lo nuestro, así que nos tocaba vender las gafas por debajo de nuestro precio de coste para poder entrar, y aunque nos valió para abrir algunas puertas, el tiempo nos ha dicho muy claramente que ese no es nuestro sitio.
En cambio la gente siempre ha aceptado muy bien nuestras gafas de madera. Desde el principio. Así que hemos ido directamente a ellos, a través de ferias y de nuestra propia web, porque no vemos otra manera de llegar al cliente final. Hay un vacío existencial para las marcas como la nuestra y aún hoy estamos buscando la mejor manera de llegar a nuestro público.
Al final, Mōler es un concepto y no tiene ningún significado concreto. Va cambiando, como yo mismo. Aunque yo cambio mucho más. O será el tiempo. O el envejecer de los tiempos. No sé. Tuvimos que aprender a hacer gafas y continuamos aprendiendo, porque ha habido gran cantidad de cambios en nuestro proceso. Había, claro, cosas que no sabíamos hacer y nos las tuvimos que inventar. Indagando, buscando, equivocándonos, consiguiendo primero un producto inferior y mejorándolo cada día más.
Nosotros aprendimos de la nada. Jamás habíamos hecho gafas de madera. Ninguno de nosotros es óptico, ni oculistas, ni gafistas, ni gaferos ni ningún nombre que se pueda atribuir a hacer gafas de madera, que no existe. ¿O sí? ¿Somos hacedores de gafas de madera? Fíjate que no es ningún oficio. No es ningún trabajo. No tiene ni nombre.
Cuando empezaron a aparecer las copias y las gafas de madera baratas, ¿qué hicisteis para adaptaros a los nuevos tiempos?
Bueno, nosotros no nos hemos adaptado a nada. Somos unos inadaptados. Y eso ha sido por culpa mía, yo siempre he sido un inadaptado en prácticamente todo. Mōler no se ha vendido en ningún momento. Cuando llegaron en masa las fabricaciones desde China, otras marcas cayeron en comprarlas porque parecía que no había otra manera de sobrevivir. Marcas que hacían sus propias gafas de madera, como nosotros, que aunque poquísimas, alguna ha habido. Y marcas que nacían directamente con un producto fabricado en China. Nada de diseñar, nada de fabricar. Eso es adaptarse al siglo XXI y nosotros no lo hacemos.
No paran de decirme que compre gafas a los chinos, incluso mi padre, pero yo me niego, así que no ha existido ninguna transición en ese aspecto. Bueno, sí me ha dado por hacer gafas de otras maneras y con otros acabados. Por eso en la Artistic Collection hay gafas con pintura, y con formas y acabados que me he inventado. Con significados que van más allá de lo que era Mōler antes. Para entender y saber todo eso igual habría que leer las cosas que escribo, que voy publicando en mi página web personal que es victorlopezautor.com.
¿Qué esperas transmitir con Mōler gafas? ¿Qué reivindica la marca?
No sé si esperar, pero me hace gracia dar un servicio. Vender gafas, que es algo que hace falta, tanto si tienes problemas de vista como si quieres protegerte del sol. Y, luego, pues me gusta mucho que el que las lleve se sienta a gusto con ellas. Me gusta que noten cosas en común con la marca. Que las hagan suyas. Sé de muy buena mano que quien tiene gafas nuestras así se encuentra. Da con un producto hecho a propósito para él. Y así es. Ha podido elegir entre una cantidad muy razonable de modelos, acabados, lentes y combinaciones y, antes de eso, ha tenido que escogernos entre una muy abundante multitud de marcas que hay en el mercado.
Está claro que el que elige Mōler es por todo eso; se reconoce en nuestros valores, en nuestra idea, en nuestros pensamientos, en nuestros diseños y en nuestra historia. Es que son muchas cosas.
Mōler ya no es explicable, al menos, para mí, para la idea que yo tengo de ello, con palabras. Así que ya va siendo hora de callarme. Además, Mōler va cambiando. Ahora, por ejemplo, he aprendido a pintar y el significado lo da la pintura, o lo doy yo pero con la pintura, con el acabado, con el mismo producto en sí y no hay nada más que hablar ni que escribir. Explicarlo es insultarme a mí, insultar a Mōler, insultar a las gafas e insultar al que está delante de ellas.
¿Es Mōler una empresa sostenible?
La sostenibilidad no es solo el material con el que se hace algo; también es la felicidad de las personas que trabajan ese material. Y si alguien quiere diseñar, fabricar y crear empresa y no puede, ¿es eso sostenible? No, porque eso va a crear insatisfacción en esa persona y en quienes estén trabajando con él. Y así hay muchas marcas y muchos intentos de empresas, y miles de personas que no pueden hacer lo que quieren, ni para lo que están preparados. Yo creo que no hay sitio para marcas sostenibles, porque parece que no hay manera de crear empresa. Emprender en España se ha convertido en un acto heroico y mucho más si se intenta de esta maneras, desde una perspectiva sostenible.
A mí desde siempre me ha enseñado mi padre, y lo he visto con mis propios ojos, que se puede crear empresa a la vez que tratas bien a tus trabajadores, originas un buen ambiente y ofreces productos y servicios de calidad. Y eso me lo enseñó mi padre, que es una persona que no ha estudiado. Por eso nosotros, si tenemos que dar trabajo a alguien, buscamos que se sienta contento y realizado tanto como persona como trabajador. Que venga a gusto a trabajar. Que haga lo que le gusta y aquello para lo que se ha preparado y tanto le ha costado.
Nosotros hemos tenido trabajando gente en exclusión social, por ejemplo, personas que estaban en paro y hemos podido darles trabajo y enseñarles a hacer lo que nosotros habíamos aprendido. Podrían haber aprendido un oficio, pero como te digo, esto ni es un oficio, ni tiene nombre, ni es sostenible.
Entonces, nos toca reducirnos al material, que es por lo que supongo que me preguntabas y lo que esperaba la gente que contestara. Usamos madera, que es un material noble. Son gafas de madera de verdad. Nada de imitaciones. Nosotros, eso sí, somos completamente transparentes.
Nuestras maderas son de plantaciones sostenibles, pero es que ya hasta eso está en excesivo mal momento. Ébano macassar hay poco, es una madera muy cotizada por su calidad. Cada vez va quedando menos. Con el zebrano no pasaba eso, pero ya está empezando a pasar. Al final no sé cómo vamos a acabar. El palo rosa ya no se vende en prácticamente ningún sitio. Nosotros, al estar metidos en el mundo de la madera, sabemos dónde puede haber. Hay palo rosa cortado de sobra, pero hay que encontrarlo y pagarlo. Es una madera con mucha historia. Se contrabandeó, dejó de existir, etc. Un desastre todo. Ahora tener algo con un palo rosa como el que nosotros tenemos es un auténtico lujo.
Nosotros para hacer gafas necesitamos muy poca cantidad de madera. No nos la acabamos y cortado hay mucho. Ahora, el problema es que no quieren plantar. Hay miles y miles de kilómetros en muchos lugares donde poder hacerlo y no quieren. Parece que no interesa. Por lo tanto, encontrar esas maderas en sus máximas bellezas se ha convertido en algo extremadamente complicado. Me puedo referir al ébano que teníamos las primeras partidas de gafas, cuando comenzamos. No hemos vuelto a dar de nuevo con nada como aquellos restos que teníamos. Aquellas gafas son irrepetibles. Si sigue habiendo algo de estas características es muy poco, rebuscando mucho y muy caro.
Por otra parte, trabajamos con material que no contamina. Odio el petróleo y no entrará jamás en Mōler. Nunca digas nunca, dicen. Bueno, yo he dicho ‘jamás’ y eso es lo que pienso a día de hoy, con esta rotundidad. Además, todos los acabados son con materiales al agua. Y quienes nos conocen, ya saben cómo son los acabados de nuestras gafas: igual de acabadas que un mueble de lujo, porque trabajamos todo de la misma manera.
Además de Mōler gafas, habéis vuelto a hacer ebanistería y tenéis unos amplificadores de madera que parecen ser una pasada. Explícanos estas otras facetas.
En 2016 creamos by Mōler, donde lanzamos unos amplificadores naturales para los móviles. Hicimos varios modelos. Unos tienen forma básica y en otros nos enredamos; incluso, tenemos un modelo en forma de guitarra española. También hay otros dos que, a la vez de amplificar, hacen de soporte para leer o para visualizar contenido. Viene bien, por ejemplo, para ver vídeos.
Más adelante nos volvimos a enredar e hicimos, por ejemplo, un monóculo con forma de flor. Lo del monóculo está curioso porque ni en las ópticas habían visto ninguno así y menos hecho con madera.
Está todo en nuestra web www.moler.es. By Mōler tiene su propio apartado como también lo tiene Cayuela Design que es una empresa que abrimos en 2017 y donde hemos vuelto a hacer decoraciones de carpintería y mobiliario.
Y en tu «tiempo libre», si existe, escribes. ¿Sobre qué escribes y dónde podemos leerte?
Encuentro la libertad o algo que se asemeja mucho a la idea que alguien pueda tener sobre la libertad, escribiendo. Escribo cuando se me encienden los demonios o la cabeza está a punto de estallarme, o todas esas cosas y mucho más a la vez. Llevo tiempo tratando de averiguar cuál es y no hay manera. Lo hago para sobrevivir o, directamente, para renacer. Digo que unas veces escribo para no morir del todo y las otras escribo con la sangre de mi muerte.
No lo hago porque quiero, porque uno en sus plenas facultades mentales no se pone en el año 2018, estando el mundo como está, a escribir esas cosas, a hacer marcas como las que tengo yo y, encima, a pelear por todo ello. Tal vez no estoy en mis plenas facultades mentales.
Se puede leer, de momento, una pequeña parte de lo que he escrito, en un libro que he publicado donde reúno algunos de mis primeros escritos. Lo titulé El envejecer de los tiempos y está disponible, entre otros sitios, en mi página personal, Todo lo que hago fuera de la escritura y que a la gente tanto gusta, se basa en lo mismo que mis textos, que son mis pensamientos, mis reflexiones, mis indagaciones, mis entrañas, mis vísceras.
He ahí todo.
Mōler es una marca que nació de los restos y que se alimenta del deseo de ayudar a forjar un mundo mejor. Confío en que la desesperanza, que obviamente también invade a Víctor, nunca se haga tan fuerte como para detener sus ganas de seguir creando y luchando.
Mil gracias a Víctor por su tiempo y por haber confiado en La Ecocosmopolita para esta colaboración. Por mi parte, me siento verdaderamente orgullosa de llevar unas gafas Mōler.
Antes de terminar, una nota práctica: ten en cuenta que cuando compras una gafas Mōler, tendrás que enviar las lentes a Mōler para que puedan montarlas. En mi caso escogí primero tres monturas que me enviaron a casa, me probé y, luego de hacer mi selección final, les envié las tres monturas de regreso más los cristales hechos en una óptica del barrio para que ellos mismos las montaran. De hecho, en la óptica del barrio ni se animaban a intentarlo porque no saben trabajar con la madera. No voy a decir que no me haya preocupado tanto viaje de ida y vuelta, pero espero que estas gafas me duren tanto como para compensar la huella de carbono y más. De momento, sé que en Mōler las repararán todas las veces que haga falta y que los árboles de los que salieron absorbieron mucho CO2 durante su vida.
Y ahora cuéntame, ¿te han gustado las gafas de madera de Mōler? ¡Seguro que sí!
Este post es una colaboración con Mōler, y está escrito desde el corazón, como todo en La Ecocosmopolita.
Porque hay muchas cosas maravillosas
en este mundo
y a mí me encanta compartirlas
Cada 15 días escribo una carta en la que comparto 3 cosas buenas y bonitas, que creo que deberías conocer ya sea porque son buenas para la Tierra o porque son buenas para ti.
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