Vivir sin residuos es imposible (pero eso no es razón para dejar de intentarlo).

Vivir sin residuos es imposible

¿Te ha asombrado leer en La Ecocosmopolita que  vivir sin residuos es imposible? Déjame explicarte a qué se debe….

Cuando en 2013 escribí un post con 15 hábitos para reducir tu cuota de basura, no podía ni imaginarme que en menos de tres años estaría publicando otro sobre la vida residuo cero como «la última moda», o que podría hacer un recopliatorio inmenso con los mejores consejos de ecobloggers para una vida zero waste. Mucho menos, que acabaría abriendo con mi amiga Tere Castillo una tienda zero waste llamada Usar y Reusar, especializada en productos que facilitan el camino quien ha decidido vivir sin residuos, porque veíamos claramente que había gente buscando estas alternativas.

La rápida expansión del movimiento residuo cero -o basura cero o zero waste, como prefieras llamarlo- nos demuestra que cada día hay mayor conciencia ambiental, y que las evidencias de que el plástico se ha convertido en un problema titánico, son ya innegables. Pero, en su faceta de tendencia en auge, esto del cero a veces se presta a muchos malentendidos.

Es más, voy a confesarte algo. Zero waste, residuo cero, basura cero, etc, son términos que realmente no me acaban de gustar, aunque ya me haya acostumbrado a usarlos porque se han impuesto con fuerza. Hablar de cero es hablar de la más absoluta nada. Algo que en la realidad es imposible (al menos hoy en día) y por eso puede ser un arma de doble filo.

Por un lado, son términos directos: sabemos hacia dónde van. Pero así como pueden representar todo un reto y entusiasmar a algunos («si ellos pueden llegar a cero, yo puedo hacer mucho»), creo que también pueden ser desmotivadores para otras personas («es demasiado, es para súper héroes»).

Por eso no me gusta tanto leer noticias como «Ella logró vivir sin residuos en Nueva York«, ni de los reportajes que muestran la prevención de residuos  en casa como una hazaña. Y por eso tampoco soy fan de los botes de vidrio de las zero wasters punteras, que no muestran el cuadro completo (molaría ver todos sus residuos y que contaran un poco más las imperfecciones de sus hábitos). Bueno, sí me gustan los botes de vidrio de Patri y Fer de Vivir sin Plástico, porque queda muy claro el contenido de sus botes.

Y sí, me encanta el proyecto Objectiu Rezero en el que cuatro hogares grabaron todo el proceso de reducción de residuos, siguiendo durante un mes consejos sencillos y asumibles por cualquier persona. La foto de la cabecera de este artículo muestra la basura producida por tres estudiantes en un mes normal, y la que viene a continuación, la basura que produjeron durante un mes de prueba. Un proyecto fascinante que es capaz de acercar el movimiento residuo cero a cualquiera. También compartimos fotos del antes y el después de una familia de cuatro, pero en la web de Objectiu Rezero encontrarás las fotos de otras dos parejas, además de mucha información útil. Especialmente, te recomiendo que no dejes de ver los programas de la webserie que grabaron cada grupo durante el proceso (están en catalán).

También te invito a leer este reportaje que publicó la Magazine de La Vanguardia hace algunos días, con el que tuve el placer de colaborar -y que también presentó el Objectiu Rezero-, porque me pareció que dio en el clavo al mostrar opciones sencillas, accesibles y sin misterio.

Vivir-sin-residuos - Objectiu rezero
La basura de un mes del piso de las estudiantes después de aplicar consejos residuo cero

La cuestión es que, por todo esto que te cuento, hace tiempo que me apetecía hacer algunas reflexiones:

Residuo cero no es vivir sin residuos

Producir residuos forma parte de nuestras funciones vitales. Los seres vivos excretamos aquellas substancias que no son útiles para nuestros organismos, y si no lo hacemos, nos intoxicamos.

Cuando morimos, nos convertimos en residuo, de arriba abajo.

Así que lo ahora llamamos «vida residuo cero«, no es una vida en la que no producimos residuos, sino una vida en la que no desaprovechamos los residuos que producimos.

Imitando a la naturaleza

El objetivo máximo del movimiento residuo cero es imitar el ciclo de la naturaleza, donde todo residuo es reinsertado en el maravilloso ciclo de la vida. Porque solo cuando hay intervención humana, hay basura. Es uno de nuestros «grandes inventos».

Trasladado a la práctica, esto se traduce -por resumirlo mucho-, en producir la menor cantidad de residuos posible, lo menos tóxicos que se pueda. Además, desde luego, implica lograr que los residuos que generamos sean reciclados y compostados, según correspondan. La idea no es vivir sin residuos, sino no enviar nada al vertedero ni a las incineradoras de residuos.

Una aclaración: estos residuos que acabarían directamente en el vertedero son los contenidos de los botes de vidrio que vemos en Zero Waste Home o en Trash is for Tossers, por ejemplo.

De modo que el famoso cero está en el horizonte, como la estrella que nos marca la ruta pero tal vez no lleguemos a tocar nunca. La gracia está, como en casi todo en la vida, en recorrer el camino. Aunque sepamos que no conseguiremos vivir sin residuos.

 

Vivir sin residuos. Objetivo residuo cero
La misma familia de cuatro y su basura de un mes, antes del residuo cero

Aun cuando no la vemos, producimos basura

Imaginemos que hemos logrado que en nuestras casas no se tirare un solo envase ni un solo papel. Compramos absolutamente todo a granel, comemos todo lo que compramos.

Aún así, seguiríamos produciendo basura, aunque no la viéramos jamás. Salvo que viviéramos en una enorme burbuja, claro.

Porque cada vez que comemos en un restaurante o en casa de amigos (a no ser que estén muy ganados a la causa), se producen residuos. Los que ellos han generado para preparar eso que nosotros hemos consumido. Y por lo tanto, forman parte de nuestra huella ambiental.

Y lo mismo pasa cuando compramos un café en la cafetería de la esquina, aunque nos lo sirven en nuestra propia taza de acero, o cuando compramos pan con nuestra bolsa de tela reutilizable). Incluso cuando compramos cereales o frutas a granel, y mucho más, cuando compramos leche fresca aunque sea una flamante botella reutilizable de acero inoxidable como las de nuestra tienda. Porque para poder ofrecerte ese alimento, se han producido residuos en distintos puntos de la cadena.

Ahora, eso no es una razón para tirar la toalla, sino para esforzarnos más, porque el problema es tan grande, que toca atacarlo por todos los ángulos. Hay mucho de donde restar, y nos toca restar donde se pueda.

Simplemente entiende bien la situación y concéntrate en lo que está al alcance de tu mano.

Vivir sin residuos. Objetivo residuo cero
La misma familia de cuatro, después del residuo cero.

Reciclar no te librará de colaborar con el vertedero

Bueno, no te librará del vertedero a menos que logres producir solo residuos orgánicos, cosa que creo que no es posible en nuestra realidad actual.

Lamentablemente, el reciclaje no es ni tan sencillo ni tan eficaz como nos quieren hacer pensar pensar.

Veamos el caso del plástico, que es el más grave.

Al reciclar una botella de plástico no se obtiene otra botella de plástico. De hecho, Coca-Cola se ha propuesto que para el 2030 sus botellas tengan un 50% de plástico reciclado, y es todo un reto. El resto seguirá siendo de materia prima nueva, porque al reciclar el plástico siempre se obtiene un material de calidad inferior. Se dice que el plástico, más que reciclarse, se puede «subciclar» (dei inglés subcycling). Por eso, además, es un material que solo puede reciclarse unas pocas veces. Como afirman en el libro Cradle to Cradle. Rediseñando la forma en que hacemos las cosas (que si te interesa todo este tema, no debes dejar de leer) al reciclar el plástico, sólo estamos retrasando su llegada al vertedero.

Así, a los países llamados desarrollados nos sobre basura plástica que -por surrealista que pueda sonar- se acaba exportando. Algo que explica titulares como el de hace un par de semanas: China ya no compra «basura extranjera» y colapsa de plástico los vertederos de España.

La decisión de China llega, entre otras razones, porque mucha de nuestra basura » de exportación» acaba en vertederos chinos por no ser apta para el reciclaje. Seguramente parte de esos recursos desperdiciados venían originalmente de Asia. Hablamos de un despropósito de dimensiones astronómicas.

Lo cierto es que, por bien que tratemos de hacer las cosas en casa, incluso si separamos perfectamente todos nuestros residuos, una parte acaba quemada o enterrada. En España el 61% de los residuos va a parar al vertedero y el 10%, incinerado. Si vamos a los datos europeos, hablamos de un 33 y un 25% respectivamente.

Por cosas como esta insistimos tanto en que antes de reciclar, hay que reflexionar, rechazar, reducir, reparar, reutilizar, reciclar, reclamar y, desde luego, siempre respetar este maravilloso ecosistema del que formamos parte. Porque el reciclaje, por más que avance, siempre será solo una parte de la solución. El camino es intentar vivir sin residuos, ¡aunque sepamos que es imposible!

¡Salud!

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