Desconectar para reconectar: menos detox digital y más equilibrio

Desconectar: Menos dietas digitales y más equilibrio en el día a día

Hace unos meses te conté cómo este mundo digital en el que nos movemos me afecta en lo personal-mental. Te expliqué también que la meditación y la organización de tareas con el bullet journal son las cosas que más me han ayudado ante esto. El ejercicio también es clave, por eso hace unos meses ya volví a nadar (adoro nadar) y estos días que tengo a las niñas en casa intento hacer yoga por la mañana, al menos la mayoría de los días de la semana.

Y no es que haya acabado con el problema ni mucho menos. Mientras le doy vueltas al contenido de este post, reprimo el gesto de abrir el correo electrónico, revisar el móvil o comprobar si me han respondido aquel mensaje de Instagram… Pero es sobre todo meditar lo que me ha ayudado a tener consciencia de estos impulsos y devolver mi atención a lo que hago sin -por ejemplo- abrir otra pestaña.

Una lucha silenciosa contra mi lado oscuro.

Vacaciones digitales

Cuando estaba de vacaciones en Ecocamp Vinyols (aquí tienes un post sobre nuestro ecocamping familiar favorito), desconecté como hacía mucho que no lo hacía. Porque estaba totalmente relajada y sin responsabilidades con el blog. Vale, lo confieso, también ayudan dos hechos: que ahora tengo un mal plan de datos en el móvil (que me evita estar viendo el móvil demasiado cuando estoy en la calle con amigos) y que el wifi no llegaba a nuestra cabaña.

En Vinyols me entretuve compartiendo algunos momentos del día desde Instagram Stories de La Ecocosmopolita y haciendo algún post puntual en redes. Además, dediqué unas tres horas en los nueve días a resolver un par de cosas pendientes de trabajo. Pero leí mucho, tomé sol durante horas, me bañe hasta el cansancio en la piscina con las niñas, charlé con mi mamá mientras veíamos pasar las horas y pasé horas de silencio, casi sin hacer nada.

Reposando en una casa de madera de Vinyols Camp

Claro que llegué a Barcelona y volví al punto de hiperconexión en un abrir y cerrar de ojos. El domingo 16 de julio, con la situación política y social de Venezuela en un punto de especial tensión -y emoción-, entré en una espiral atormentante. Me había reservado la tarde para no hacer nada -y descansar de todo, familia incluida, porque desde la salida de vacaciones de las niñas han estado conmigo casi 24 horas al día. Pero en realidad no logré despegarme de la pantalla aunque estuviera tumbada en la cama con una torre de libros al lado. Desde luego, pasé la noche mal, con el cerebro a mil revoluciones, lleno de ruido mental.

Por eso ayer por la mañana hice un «medio-ayuno digital». Medité, hice yoga, desayuné e hice mi terapia visual (un día tengo que hablarte de esto), y hasta las 11 no me conecté y por poco rato. Pasé el día trabajando pero muy asertivamente. Es impresionante el efecto noble de comenzar bien el día. Además, lo acabé con un larguísimo baño de mar con Mr. Encargobike y la peque grande de casa, hablando sobre el futuro que soñamos -y que esperamos estar construyendo. Dormí como un ángel después de ver una película en familia.

Lo importante es «comer mejor»

Hoy, en cambio, aposté por quedarme leyendo un poco más en la cama -¡papel, bendito papel!- y levantarme directo a escribir. Para mañana tengo un plan de trabajo riguroso que con el que espero mantenerme por el buen camino. Sé que tarde o temprano volveré a perder el equilibrio, porque no puedo abandonar las redes sociales, que son parte importante de este proyecto personal al que amo. Pero también sé que lo volveré a recuperar.

Ayer, mientras sentía esa tranquilidad en el cuerpo y en la mente que deja el descanso, y recordaba la tarde de domingo hiperconectada que viví y cómo me había sentido, pensé que esta lucha por el equilibrio digital se parece a la lucha por mantenernos «en forma» que vivimos, sobre todo vivimos las mujeres, a menudo. El domingo fue como esos días en los que te pilla una depresión y te zampas una barra de chocolate entera (y hay quien me cuenta que se traga un bote de helado).

Muchísimas mujeres pasamos la vida intentando hace dieta para mantener la línea tal como manda la sociedad en la que vivimos, pero vivimos rodeadas de comida basura y llamados a lanzarnos a ella a cada momento. Se parece mucho a lo que pasa con el exceso de información (que a veces tanto desinforma).

Luego intentamos hacer una dieta milagro, o practicar «un ayuno detox» cuando lo que necesitamos es comer mejor.

En estos días que vivimos, el reto es mantener el equilibrio día a día. Llamémoslo dieta digital si queremos, pero pensemos menos en «ayunos puntuales detox» y más en rutinas saludables. El reto está en conseguirlo y creo que hay mucho en juego. Que lo que está en juego no es la silueta: es en nuestra salud. Y esto vale para la metáfora y para el tema de este post.

Y claro que sí, que no falten las vacaciones, en las que si queremos podemos comer más, pero toca conectarnos menos. Y no por desintoxicarnos, ¡sino las vacaciones son el oxígeno de la familia!

Posts que le salen a una ecocosmopolita una mañana de verano… ¿También te pegas unos atracones digitales que te llenan de culpa? Me encantaría que este post sirviera para que entre todos compartiéramos cómo nos sentimos frente a la avalancha de información y qué cosas nos ayudan a mantener el centro.

Estamos en modo verano slow. Nos vemos pronto, ¡pero no sé cuándo! Si no quieres perderte el próximo post, apúntate a nuestras novedades aquí. Y si te ha gustado este post, seguramente también te gustará Minimalismo para principiantes, guía práctica para vivir con menos.

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