¡Vaya consumismo! (con-su-mismo-vaso, con-su-mismo-envase…)

Vaya Consumismo. Un viaje zero waste por una vida sostenible

Alejandra Kopaitic y Agustín Orozco tienen 28 años. Ella estudió ingeniería en medio ambiente y él es psicólogo  Son Chilenos: Ale de Viña del Mar y Agustín de Santiago de Chile. Y juntos han decidido hacer todo lo posible por ponerle freno al consumismo y adoptar la vida más zero waste que esté al alcance de sus manos. Por eso, desde marzo de 2016 se han convertido en embajadores de esta forma de vida a través de su cuenta de Instagram. Es vayaconsumismo, y su lema es «Más simples, más felices«.

El nombre de su proyecto es un juego de palabras: ¡vaya consumismo! como una exclamación con las manos en la cabeza por la locura de mundo en que vivimos. Pero también es un consejo: vaya con-su-mismo-vaso, vaya con-su-misma-bolsa de tela y ahorre residuos. «Nos gusta nuestro nombre, porque va para los lados, el consumo y la reutilización», me explican con una sonrisa.

Y si vivir con el mínimo de residuos en casa puede parecer un gran reto, ellos quisieron ir más allá (literalmente). Desde hace 10 meses viajan por Europa mientras continúan su reto personal y, a la vez, comparten sus ideas, consejos e impresiones durante el recorrido. Así, hoy suman más de 3300 seguidores fieles, entre los que se cuenta esta Ecocosmopolita que escribe.

El zero waste y la felicidad

Me escribieron a finales de marzo porque venían a Barcelona y, por donde van, aprovechan para crear lazos y redes. Además, querían una bolsita de Usar y Reusar y, claro que sí, este pedido había que entregarlo en persona y con larga charla de por medio. Nos encontramos muy cerca de la Sagrada Familia. Ahí estaban, alegres, cariñosos, con unas mochilas que no muestran los kilómetros recorridos y esa expresión relajada de quien está viviendo la experiencia de su vida. No fue difícil reconocerlos, sobre todo a Ale, que es la protagonista de muchas de las fotografías (ya sabes quién está detrás de la cámara).

Caminamos paseo Gaudí arriba hasta una cafetería muy acogedora, ya cerca del Hospital de Sant Pau. Pedimos tres cafés y un par de pastas.  Los tres vimos con resignación nuestras bolsitas de azúcar, mientras hablábamos sin parar, porque el tiempo era escaso.

«A la gente le gusta mucho el movimiento zero waste, pero a veces no entienden que esto es un proceso, un camino. Como dice Bea Johnson en su libro Zero Waste Home [para la fecha de publicación de este post no ha sido publicado en castellano pero sí en catalán], una tiene que ir generando los cambios poco a poco para que duren en el tiempo. Y para que el mensaje sea más sencillo, más cercano y más fácil, nos gusta reflexionar sobre lo que realmente necesitamos y lo que acumulamos. Porque nos  hemos acostumbrado a acumular cosas, pero ¿eso nos hace más felices?«, se pregunta Ale, que es quien lidera la charla.

Propagando el virus zero waste

«No queremos echar la culpa a nadie, porque nadie consume conscientemente plástico para hacer mal al medio ambiente. Por eso queremos propiciar el cambio de una forma positiva, desde el entendimiento de que esto tiene una génesis mucho más sistémica. Buscamos sembrar la duda en las personas para que de a poco puedan ir integrando soluciones sencillas [te recuerdo que aquí tenemos una gran recopilación de consejos para una vida zero waste]. Como no usar la bombilla (la pajita desechable de las bebidas). Y la gente va quedándose con la idea de que no es necesario. Porque en realidad, las usas tres o cuatro minutos y luego van a la basura», explica Ale.

Claro que tampoco hay que perder la perspectiva: «Por ejemplo hemos recibido comentarios de un enfermero que dice que tiene que darle bebida con pajita a sus pacientes con ciertos problemas motrices. E incluso aquí hay alternativas reutilizables», recuerda Agustín.

Ellos mismos tienen unas pajitas de acero que les regalaron durante el recorrido. Y como comenta Agustín, «cuando una niña bebe con una pajita de metal, otra persona va a preguntar por qué, y así va a comenzar a propargarse el “virus”, es decir, esta idea de reducir residuos, que al final se hace contagiosa.»

Precisamente ese «efecto virus» es lo que buscan con Vayaconsumismo. A Ale le brillan los ojos: «hay quienes dicen que desde que empezaron a seguir nuestra cuenta, hacen la compra con su bolsa de tela o han dejado de comprar botellas de agua. Eso es bonito y va generando esta cadena. Obviamente, luego los cambios que tienen que ir en aumento, si uno quiere ayudar de verdad al planeta. Si vamos a comprar champú en barra para reducir residuos, o incluso si vamos a hacer nuestros propios cosméticos, tenemos que averiguar sobre el origen de esos ingredientes, hacernos otras preguntas. Ser consientes e ir buscando siempre alternativas».

1 año alrededor de Europa, (casi) sin residuos

Ale y Agustín salieron de Chile hace siete meses para comenzar un viaje que venían cocinando a fuego lento desde tres años atrás. Su entrada a Europa fue por Alemania, gracias a una visa working Holiday que les ha permitido tener permiso de residencia de un año. «Pero por suerte no hemos tenido que trabajar al 100%. La gente en Latinoamérica nos decía que sería muy caro, pero con esfuerzo, haciendo nuestra comida, reutilizando, durmiendo en casa de amigos casi siempre, se ha podido.»

Pasaron mes y medio en Berlín, donde Agustín aprovechó para estudiar un poco alemán. «Lo recorrimos completo, casi todos los rincones. También hicimos un voluntariado gracias a una página que se llama Work Away, donde puedes elegir un proyecto en el que colaborar con una familia o comunidad a cambio de alojamiento y comida. Así, estuvimos ayudando a una familia construir una casa bote y fue muy entretenido.»

Después de esta primera parada, hecha con calma, en Berlín, siguieron a Leipzig. Luego saltaron a Polonia, República Checa y terminaron en Hamburgo, donde se instalaron durante todo septiembre para que Ale hiciera unas traducciones para Chile. Saltaron entonces hacia Londres, Oxford, Amsterdam, Amersfoort, Bruselas y otras ciudades de Bélgica, para volver a Alemania: Colonia, Dusseldorf, Dursburg, Stuttgart, y finalmente Berlín, que fue la ciudad elegida para pasar enero y febrero, la parte más dura del invierno.

Entonces partieron hacia Lisboa, pasaron a disfrutar del carnaval de Torres Vedras, y bajaron por la Costa Vicentina y el Algarve. Antes de vernos habían estado en Toulouse, y estaban por seguir hacia Valencia y  Madrid. Desde entonces han pasado también por Grecia y Croacia (en su último whatsapp Ale me saludaba desde la Costa Sur), y el plan es acabar la aventura por Italia, ya a mediados de junio, un año después de su partida de Chile.

Todo esto, produciendo cada día la menor cantidad de residuos posible.

La vuelta de tuerca

Este es un viaje que comenzó hace mucho y que, en realidad, no acaba nunca. «Casi sin darnos cuenta, hemos hecho muchos cambios a nivel personal, aunque al comienzo fue muy lentamente. Por ejemplo, antes comprábamos a veces, de emergencia, en una cadena de moda low cost, o tomábamos el café para llevar en vaso desechable. Hasta que lanzamos el proyecto y comenzamos hacer cambios menos graduales para poder llegar más allá».

La cuenta de Instagram supuso darle una vuelta de tuerca al compromiso que ya tenían firmado con ellos mismos desde hacía más tiempo. «Siempre hemos sido personas preocupadas por el impacto pero ahora, con nuestro proyecto, nos preguntamos constantemente ¿qué podemos hacer para motivar más gente? ¿Qué podemos mostrarles? ¿qué cambio de hábitos podemos compartir en una foto con unas pocas palabras?

Consejos para poner freno al consumismo durante tus vacaciones

De la larga charla con Ale y Agustín, he querido extraer algunos consejos básicos para un viaje zero waste:

  1. Comida antes de que haya hambre: Cuando el hambre te ataca por el camino, sobre todo si eres de apetito voraz como esta ecocosmopolita, puedes hacer muchas tonterías. Por eso el primer consejo de Ale es comprar previamente algo de comida para el camino. «Nosotros normalmente compramos fruta o algo en el mercado, vemos si hay una tienda de granel cerca y compramos una granola (müesli) o frutos secos, o llevamos algo preparado de casa, para evitar compras apresuradas».
  2. Botella para el agua: Y la vas rellenando donde se pueda. «De eso sí estamos felices, porque no hemos comprado una sola botella de agua. Cuando llevábamos 268 días de viaje, calculamos que si hubiéramos comprado de día por medio solo una botella para los dos, que parece poca cosa, en esos nueve meses habríamos consumido 134 botellas plásticas. Hemos hecho free walking tours con grupos de 20 personas, en los que todos van con botellas plásticas. Algunos con dos o tres. Y si es temprano, también el café del starbuks en vaso desechable.» Interesante el ejercicio de imaginar sólo la basura de un grupo como éste, repitiéndose quién sabe cuántas veces al día.
  3. Termo, vaso o taza para el café o el té: Esta la puse en práctica en mi viaje a Londres en Semana Santa ¡y hasta me dejaron de cobrar por el gesto! Ale apunta aquí que no hay q ue conformarse sólo con evitar el residuo, sino que es importante, al menos siempre que el idioma te lo permita, decir «¿puede servirme aquí, por favor, que no quiero plástico?», porque es una forma de «sembrar el virus».
  4. Tupper o «lonchera»: No importa si es súper cool, o si es de plástico, siempre que sea reutilizable. Para llevar lo que compras en casa, o para comprar macarrons, ñoquis frescos, bagels ¡o lo que quieras!
  5. Bolsas de tela de distintos tamaños: Para la fruta y las grandes compras, para llevar un bocadillo, para comprar pan o croissants…

Cuando toca ceder

Pues sí. Por muy buenas intenciones que tengamos y por muy convencidos que estemos, es inevitable. La vida es imperfecta. A veces toca ceder y no hay que castigarse por eso. Las razones pueden ser muy variadas:

  1. La economía: «A veces es una cuestión de presupuesto: nosotros no podemos pasar el año entero comprando en mercados orgánicos a granel», dice Ale con toda sinceridad.
  2. Los horarios: Esto nos lo explica Agustín: «muchas veces no logramos coincidir con los mercados abiertos, por ejemplo porque llegamos un domingo por la tarde y lo único que encontramos es el súpermercado».
  3. Los pañuelos desechables o kleenex: Porque una no puede ir con los mocos cayendo y la versión lavable no es ideal para viajes… «Sobre todo en el invierno. No tenemos cómo estar lavando todo el rato y no tenemos espacio, porque viajamos cada uno con una mochila pequeña, para llevar en cabina en el avión».
  4. Medicinas: Hace algunas semanas, Ale tuvo una reacción alérgica fuerte y acabó en el médico. «Me recetó una crema y unas pastillas. Y nosotros en términos de salud, no cedemos. Está bien tratar de reducir la basura que generamos, pero a veces una tiene que escoger el mal menos peor».
  5. Respeto al otro: Podemos dar ejemplo, hacer sugerencias, pero no podemos intentar que todos cambien por nosotros. Y mucho menos si eres su invitado. «Cuando llegamos a casa de amigos, o de amigos de amigos, no podemos imponernos. No podemos decir ‘no quiero comer tu pizza, porque viene en caja’. Es un viaje flexible, con la idea de motivar al resto, y creo que en la mayoría de las casas por las que hemos pasado, hemos dejado una huella sin forzar».

Si es moda, bienvenida

A Agustín lo que le parece más bonito, es cómo han logrado crear una comunidad: «Tenemos mucha retroalimentación de los seguidores. Por ejemplo, hay personas que nos proponen soluciones a súper simples a problemas que nos vamos encontrando y que pensábamos que eran más complejo. Porque uno no tiene todas las respuestas. Así que es muy enriquecedor». Aquí, Ale apunta que «no es que haya un manual que te solucione cómo evitar el plástico y vivir de forma más consciente. No, uno tiene que ir buscando, comentando, consultando, viendo otras ideas».

Como el kit zero waste de Ale y Agustín es tan bonito, se encuentran mucha gente que les pregunta dónde compraron esa botella, o esa lonchera tan bonita. (Por cierto, la botella la tenemos en Usar y Reusar!) A ellos les gusta invitar al otro a pensar más allá de la estética: «porque la verdad es que la compramos lejos y tal vez no está a tu alcance, pero tú puedes usar el tupper que tienes en casa o la bolsa que ya tenías. No tienes que tener la de marca, que está de moda. Ese no es el punto. El punto está en que en lugar de comprar una ensalada que viene en plástico, la hagas en tu casa y la lleves en tu propio envase reutilizable, por ejemplo».

Y así, cerramos la charla volviendo al tema de la moda y el zero waste, donde Ale está de acuerdo con esta Ecocosmopolita. «Efectivamente hay un punto de moda, pero como es una moda buena para el planeta, ¡qué bueno! Es como cuando en Chile se puso de moda correr. Todo el mundo corriendo. O a hacer running, porque son runners, no corredores. Es una moda muy sana, así que me parece genial que todo el mundo empiece a correr, por el motivo que quiera. Lo mismo pasa con el zero waste: está de moda, es bueno, y eso me basta».

Nuestra charla terminó desandando el camino por el Paseo Gaudí. De nuevo frente a la Sagrada Familia, nos despedimos con un fuerte abrazo dos horas después. Qué mejor forma de cerrar esta entrevista con un par de fotos de su última parada, en Croacia.

Si quieres seguirle la pista a Vayaconsumismo en lo que queda del viaje (y más allá porque están repletos de proyectos bonitos para Chile) búscalos en Instagram o en Facebook. Y si quieres más consejos para un viaje sostenible, aquí tienes una recopilación de consejos de grandes bloggers. Obviamente, todas las fotos de este post (menos la primera) son obra de Agustín y han sido publicadas en a cuenta de Instagram de @vayaconsumismo. ¡A seguir disfrutando la ruta, chicos!

 
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