Qué es la obsolescencia programada y cómo hacerle frente

Basura electrónica
Hace unos pocos años el técnico de confianza de mi madre le dijo que la lavadora que lavó toda la ropa de mi infancia estaba -después de infinitas reparaciones- dañada para siempre. Contaba mi mamá que acabó con una frase parecida a esta: «y ni sueñes con que la nueva lavadora te vaya a durar la mitad de lo que duró esta». Esta gran verdad, que no te sonará extraña, se debe a la obsolescencia programada, una práctica que -como veremos en este artículo- tiene un enorme impacto económico y ecológico.
Lavadora alemana de 1952. Imagen del Archivo federal Alemán
Las lavadoras de ahora no son como las de antes… (Archivo federal Alemán)
Productos diseñados, fabricados y programados para fallar en un plazo determinado y así tener una vida útil limitada. Productos con piezas hechas para romperse y repararse una y otra vez. Productos diseñados para hacer ver obsoletos a los que ya tenemos en casa. Todos son productos con diferentes tipos de obsolescencia programada, ya sea tecnológica o psicológica. Una característica que comparten la lavadora nueva de mi mamá y casi todos los productos, especialmente los eléctricos y electrónicos que tenemos en casa, aunque tampoco se escapan las medias de nylon y la ropa low cost en general.

Así se comenzó a programar la obsolescencia

Hace tan sólo unas décadas, todos los fabricantes se esforzaban porque sus productos fueran los mejores y eso quería decir, entre otras cosas, que duraran el mayor tiempo posible; nuestros abuelos y bisabuelos eran tan excéntricos que buscaban la calidad ante todo. Cosas de antes. Parece que la obsolescencia programada nació en los años 20 del siglo pasado en Estados Unidos, de la mano de los fabricantes de bombillas incandescentes que querían que su negocio creciera hasta el infinito y cada vez más rápido. Ante la pregunta de cómo vender cada vez más bombillas, se les ocurrió una respuesta bastante macabra: hagamos que nuestras bombillas duren cada vez menos. La idea fue del llamado Cártel Phoebus, suscrito por grandes fabricantes como Philips o General Electric y de alcance mundial. Todos acordaron, además de límites en los precios y otros asuntos, que reducirían la vida útil de sus bombillas para subir las ventas del sector. Es por eso que si la bombilla de Edison, en 1879, duraba de media unas 2500 horas, en 1925 ya sólo duraba 1000 (cosa que se mantiene hasta nuestros días). Por cierto, ¿sabías que en una estación de bomberos de USA, sobrevive la bombilla de Livermore, una bombilla «de la vieja escuela» que ha estado encendida desde el año 1901 a pesar del cartel de Phoebus?
Bombilla sin obsolescencia programada
La bombilla de Livermore, sin obsolescencia programada. Funcionando desde 1902
En los años cincuenta, un hombre de negocios llamado Bernard London defendió la tesis  de que fabricar productos con una vida útil limitada podría servir para aumentar las ventas y así generar más fuentes de empleo, generar ingresos y revitalizar la economía estadounidense, que se encontraba en plena crisis. De hecho, su propuesta es que esto fuera impuesto por ley a los fabricantes. La obsolescencia programada obligatoria de London no fue implantada nunca, pero poca falta hizo. En los años treinta, en parte gracias al diseño y a las nuevas técnicas de márketing, apareció en escena la obsolescencia percibida o psicológica: los empresarios comenzaron a convencernos de abandonar muchos productos aún cuando continuarán funcionando perfectamente, para sustituirlos por nuevas versiones recién salidas de fábrica. Una locura que convirtió al consumismo en el «símbolo cultural» de occidente y que probablemente ha llegado a su máxima expresión (de momento) en los teléfonos móviles y otros dispositivos. Así, contra toda lógica, llegamos a desear (y comprar) productos cada vez más bonitos, «mejores» y, sobre todo, más nuevos que los que tenemos en casa.
Hoy en día pareciera que no hay producto que se escape. incluídos la ropa y los alimentos. Según explica Rosario Goñi, de Economistas Sin Fronteras, en una entrevista sobre obsolescencia programada realizada por El Diario, en los alimentos se ha cambiado la «fecha de caducidad» por una «fecha de consumo preferente» con el fin de que el consumidor deseche productos que aún son perfectamente aptos para el consumo -y vuelva al supermercado por más-, aumentando de esta manera el enorme despilfarro alimentario de nuestros días.

Economía y obsolescencia programada

El hecho de que la vida útil de los productos se acorte de forma deliberada afecta directamente nuestros bolsillos y define un modelo económico desquiciado. Benito Muros, fundador de la Fundación de Energía e Innovación Sostenible sin Obsolescencia Programada  (FENISS), me lo explicaba hace pocos días con estas palabras: «Las empresas que fabrican con obsolescencia programada, obtienen materias primas de África donde pagan sueldos de esclavitud a adultos y niños que trabajan de doce a catorce horas al día. Luego llevan estas materias primas compradas a bajo precio a Asia, donde también trabajan doce a catorce horas al día, y también por sueldos de miseria. Así fabrican productos de baja calidad para que duren poco, y el ciclo se repita una y otra vez. Ni crean puestos de trabajo ni tributan en los países donde venden los productos. Por lo tanto no contribuyen en lo absoluto a la riqueza sino, todo lo contrario, lo que consiguen, gracias a vender una y otra vez las mismas cosas, es acmular la riqueza en pocas manos.»

Obsolescencia programada y medio ambiente

Si a los productos que compramos se les cargase su coste ecológico, se vería claramente que no se trata de un sistema rentable en términos globales. Y es que este ciclo de comprar, tirar y comprar de nuevo sin parar, tiene un impacto medio ambiental catastrófico y juega un papel importante en la ecuación del cambio climático. Hablamos de un consumo innecesario y desmedido de materias primas -para producir productos que no hacen falta- y de energía -para la producción y también para el transporte, tanto de los productos como de los residuos que genera todo esto. Precisamente la producción de residuos es la otra parte importante del problema: en las últimas décadas hemos formado descomulanes vertederos que representan una degradación ambiental irreverible. Destaca, sobre todo la basura electrónica, que tiene un impacto especial por su alto nivel de toxicidad. De acuerdo al reportaje República de la Basura Electrónica realizado por Jacopo Ottaviani para Planeta Futuro, El País, cada año se producen más de 40 millones de toneladas de productos electrónicos y sólo el 15,5% de estos son reciclados de forma correcta (según datos de 2014, también encontrados en el mencionado reportaje convertido en una referencia sobre la obsolescencia programada).
Basura electrónica
Por Curtis Palmer [CC BY 2.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/2.0)]

¿Cómo hacer frente a la Obsolescencia Programada?

El consumo es una importantísima herramienta para cambiar el mundo y siempre seré una defensora absoluta de esta verdad pero, seamos realistas, actualmente no es fácil salir del juego de la obsolescencia programada porque hay muy pocos productos que escapen de esta práctica. Y es que no es fácil tampoco para las empresas. «Si alguien quiere distribuir un producto que dura mucho tiempo, se topa con que todos los sistemas de distribución están controlados por los cárteles. Por ejemplo, el 9o% de la cifra de negocio de distribuidores de bombillas está controlado por los que forman el cártel. Así, si entra un producto que dura más tiempo, lo retiran de inmediato» -nos decía Benito Muros hace algunos días en la Fundación Feniss. Humor sobre la Obsolescencia programada Sin embargo, los consumidores tenemos que poner todo nuestro empeño en desafiar este sistema. Como dice el mismo Benito Muros, «no hay que deprimirse, hay que luchar». Veamos entonces qué podemos hacer frente a la obsolescencia programada:
  1. ¿De verdad lo necesitas?

    Reduce: consume menos y de forma más responsable, tal como nos decía Yolanda Fernández, redactora del blog Ingredientes que Suman de Oxfam Intermón en nuestro último post.  Reflexiona: antes de comprar cualquier cosa, piensa si de verdad lo necesitas. No caigas en cantos de sirenas: evita renovar un equipo de cualquier clase antes de que de verdad sea necesario y huye de la obsolescencia psicológica: No importa que haya salido un móvil «más chulo» si el tuyo aún funciona. Eso sí está al 100% en tus manos.
  2. Infórmate antes de comprar

    Averigua cuál es la vida útil de un producto antes de comprarlo. Indaga y ve más allá de lo que te dice una empresa. Escucha la opinión de otros usuarios. Lee en foros, blogs, etc. Si un producto tiene una garantía más larga que lo que obligan las leyes de tu país, es un buen signo. En cambio, si tiene sólo la garantía obligatoria y con muchas excepciones y condicionantes, no lo es. Para ayudarnos en este proceso de selección, recientemente la Fundación FENISS lanzó el Sello ISSOP que busca distinguir a empresas que se comprometen con la sostenibilidad ambiental, el respeto a las personas y la transición hacia un nuevo modelo económico. Como es una iniciativa reciente, la lista es muy reducida pero esperamos que crezca. De momento, incluye entre otras cosas a alguna empresa de iluminación y una archiconocida transnacional japonesa, como es CASIO, cuyos relojes, calculadoras y otros productos, tal como me han explicado, ha pasado todas las pruebas con creces.
  3. Si se daña, repáralo.

    Si un agente autorizado te dice que «repararlo es más caro que comprar uno nuevo», busca otras opiniones y haz lo posible por repararlo. Cada vez más, hay empresas que prestan servicios de reparación. Sólo hay que googlear un poco. Además, hay iniciativas de orientación social y perfil cooperativo muy interesantes. Tantas, que merecen un post aparte pero vamos a adelantarte algunas: En Barcelona están el programa No tires, aprende y repara  -impulsado por la misma Fundación Feniss y que funciona gracias a la colaboración de voluntarios-, Millor que Nou, 100% Vell -del que te había hablado en el post Yo no lo tiro hace tiempo ya, y que te ayuda a conseguir centros de reparación, tiendas de segunda mano y mercados de intercambio, y que te ofrece herramientas y formación para que aprendas a reparar tu mismo tus cosas-. Amigos de la Tierra ha creado un directorio de establecimientos en toda España donde reparar, compartir, alquilar y más, llamado Alargascencia (muchas gracias a Lidia Aroca, gracias a cuyo comentario en Linkedin he añadido esta información). Ya a nivel mundial, hay un movimiento muy interesante que ha creado más de 1000 Rapair Cafés repartidos en los cinco continentes. Son cafeterías de reparación en donde encontraras herramientas y ayudas para reparar de todo, con las que Mr. Encargobike sueña hace rato. Por otra parte, si eres  aventurado y manitas (o como yo, tienes un manitas en casa) en la red se pueden conseguir tutoriales para reparar toda clase de cosas y, desde luego, también se pueden comprar infinidad de repuestos. Dos sitios para empezar a buscar Ifixit (que ha salvado la vida de varios artefactos a pesar de Apple en mi casa) y Instructables (esta última más enfocada a producir cosas aunque también incluye tutoriales de reparación).
  4. Difunde y participa

    Sin lugar a dudas, la información es poder. Para empezar, si aún no lo has hecho, no dejes de ver el documental Comprar, tirar, comprar (que ha sido de gran ayuda para la redacción de este post). Comparte información sobre la obsolescencia programada, participa en iniciativas como FENISS, el Movimiento Sin Obsolescencia Programada (Movimiento SOP), el movimiento Maker, u otros movimientos ecologistas que, en general, luchan contra estas arbitrariedades dictadas por «la ley del mercado». Firma peticiones que pasen por tus manos, respalda las iniciativas que defienden un cambio de modelo económico y de producción. En este sentido, estamos atentos a lo que pasará en Francia, donde se ha creado ya un marco legal que penaliza la producción con obsolescencia programada. y esperamos que marque un precedente para otros estados. Y esto siempre será más fácil si hay consumidores informados y conscientes así que manos a la obra.
Y algo muy importante, ya para cerrar este ya larguísimo post: nada de resignarse. Que esta sea la realidad en la que vivimos, no quiere decir que no podemos cambiarla. ¿Se te ocurren otras formas de hacerle frente a la obsolescencia programada, o conoces otras iniciativas interesantes y con responsabilidad ambiental? Me encantaría escucharte. De momento, aquí te dejo con el documental de Cosima Dannoritzer. ¡Hasta la próxima!
OBSOLESCENCIA PROGRAMADA Comprar, tirar, comprar

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