Una vez mi cuñada, antropóloga, cuestionó el afán por consumir alimentos locales que tenemos en casa. Nos dijo, con toda razón, que el comercio internacional forma parte de la historia de la civilización. Sin embargo, la diferencia entre el comercio de alimentos en tiempos de los fenicios y el actual está en que hoy importamos una inmensa cantidad de productos básicos para nuestro consumo diario: basamos nuestra alimentación, sin saberlo, en alimentos kilométricos, en muchos casos, productos innecesariamente importados. Innecesariamente, porque también se producen o se produjeron antes localmente.
Hablemos del caso de España. Según el informe Alimentos Kilométricos de la organización Amigos de la tierra, durante el año 2011 España importó casi 25.500 millones de toneladas de alimentos, que generaron unas 4,200 millones de toneladas de CO2, y cada uno de los cuales recorrió de media 3.800 kilómetros. Además, para estas «compritas», se gastaron unos 23.000 millones de euros (que han ido a parar en otros países).
Y lo peor es que se trata de una tendencia que va en franco crecimiento. Por ejemplo, en el año 2011 se importó un 30% de alimentos más que en el año 1995. (Analiza la infografía de la cabecera)
¿Por qué importamos?
Evidentemente, siempre tendremos que importar ciertos productos. Por nombrar los alimentos kilométricos más obvios, hablemos del chocolate, azúcar de caña, café o té, que se nos han hecho indispensables y tienen una producción muy localizada. Aprovecho para comentar que una buena opción para consumir estos productos es comprarlos de comercio justo. Otro caso son los alimentos exóticos, kilométricos por definición, que se ponen de moda porque algunos los consideran «superalimentos«, a los que ya he dedicado un post.
Pero de una ojeada a la infografía anterior o a la foto que sigue, podrás darte cuenta de que la cosa va mucho más allá. Consumimos una enorme cantidad de alimentos kilométricos que podrían ser perfectamente producidos en España, como frutas, hortalizas, lácteos y un largo etcétera, incluyendo hasta garbanzos. En algunos casos, lo hacemos porque queremos comerlos fuera de temporada (cerezas en pleno invierno, por ejemplo). En muchos otros, aunque parezca absurdo, resulta más barato comprar los alimentos en otro continente, con todos los costes añadidos que esto implique en materia de transporte e intermediarios, que comprar a un proveedor local.
La revista Ballena Blanca también ha dedicado algún espacio en sus páginas a los kilómetros ocultos en las frutas de nuestros supermercadosEsto, obviamente, además de una huella ecológica importante, asfixia a los productores locales, pues es una competencia desleal, y favorece en muchos casos el sistema de explotación del productor foráneo. Los bajos costes en la mayoría de los casos se deben a las malas condiciones laborales y a técnicas de producción agresivas. Sobre todo esto, te recomiendo leer este artículo de Esther Vivas sobre el menú navideño de España, entre muchos otros sobre este tema, además de su muy recomendable libro, El negocio de la comida, ¿Quién controla nuestra alimentación? editado por Icaria Editorial (yo estoy en plena lectura).
Siempre hay opciones. Compra local
En el caso de los productos frescos, como frutas y hortalizas, tal vez no sea tan difícil conocer el origen: si no se indica claramente en el punto de venta, siempre podemos preguntarlo a los trabajadores. Mucho más oscuro es el origen de los alimentos empaquetados en general (ecológicos incluidos) pues muchos son importados por abaratar costes pero empaquetados y etiquetados en España y, normalmente, los empleados de las tiendas no tienen ni idea del origen. No lo saben en el caso del arroz en grano, no hablemos de los ingredientes de unas galletas, por dar un ejemplo.
¿Y qué podemos hacer frente a todo esto? Para comenzar, revisar los lugares de compra que tenemos a nuestro alcance y escoger los que nos ofrecen alimentos más sostenibles. Averiguar, preguntar, cuestionar, exigir. Según la organización Amigos de la Tierra, el consumo local puede ser un elemento diferencial en la lucha contra el cambio climático. Y las opciones existen. Están, para comenzar, las cooperativas de consumidores, en las que un grupo de ciudadanos se organiza para comprar ciertos productos directamente al productor. También están los servicios de distribución directo del campo a casa, es decir, las famosas cestas de productos ecológicos (nosotros fuimos clientes de Recapte hace algunos años y funcionaba muy bien). También hay tiendas especializadas en productos locales como Autòctons, (soy cliente fiel) o como Coopmercat, (que aunque no la conozco, es una cooperativa que también busca traer a la ciudad los productos del campo y, además, tiene un programa de inserción laboral para discapacitados) o incluso hay tiendas que distribuyen productos propios. Busca lo que ofrece tu barrio, y pregunta hasta el cansancio para saber realmente qué es lo que estás comprando.
Huerto en Vallbona al que nos escapamos a comprar cada vez que podemos. ¡Sobre todo si es el bici!Y por cierto, no te fíes de las etiquetas propias. Pide ver los empaques de origen, pregunta dónde puedes ver tú el origen de esos productos. Y aquí te dejo una anécdota. Justamente esta semana me contaban de una gran tienda de Badalona que vende productos a granel con etiqueta bio (‘controlada’ y hecha en el propio local) a precios de escándalo, y resulta son productos sin certificado ecológico. Es decir, no son ni bio, ni orgánicos, ni ecológicos, pues todos estos son términos protegidos que, (para bien y para mal) deberían indicar que el producto ha pasado por un proceso de control. Si la calidad de los productos es buena o mala, eso ya no lo sé. Lo cierto es que los están vendiendo a precio de oro y engañando al consumidor. No te fíes. Pregunta, indaga.
Hace tiempo dediqué un post a Knowcosters y su campaña por un marcaje claro que nos permita saber el coste medioambiental y social de los productos que consumimos. Ojalá un día podamos ver algo así.
Triple marcaje que pide KnowcostersY para terminar, te invito a calcular los kilómetros que ocultan los alimentos que consumes con esta calculadora y te dejo con un estupendo vídeo, también de Amigos de la Tierra. Gracias por seguir ahí.
Porque hay muchas cosas maravillosas
en este mundo
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Cada 15 días escribo una carta en la que comparto 3 cosas buenas y bonitas, que creo que deberías conocer ya sea porque son buenas para la Tierra o porque son buenas para ti.
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