La huella ecológica o cómo pisoteamos la tierra

Mapa de la huella ecológica per capita por países

Nuestras vidas dejan una huella en el planeta. Y no hablo de gestos memorables o de grandes legados. Hablo de la huella física, de consumo, que imprimimos en la tierra a lo largo de nuestra existencia, a título individual y como colectivo. La huella ecológica: -distinta a la huella de carbono, de la que ya hablamos hace tiempo en este blog.

¿Y qué es eso de la huella ecológica?

La huella ecológica es la superficie de tierra que se necesita para producir todos los recursos que consumimos y para absorber todos los residuos que generamos. Es decir, la suma de la zonas de cultivos (para producción de alimentos, ropa, etc.), ganadería, suelo urbano, bosques y mares, entre otras, que son utilizadas para satisfacer nuestras múltiples necesidades.

Importamos productos y exportamos huella ecológica

Si todo lo que consumimos fuera producido localmente, este indicador sería fácil de calcular y seguramente sería menos significativo. Es decir, la huella ecológica de un país equivaldría a una parte de su superficie, que sería la utilizada para la producción de bienes, infraestructuras, etc. y hasta se podría trazar claramente en un mapa. Pero sabemos que en este mundo globalizado en el que vivimos la realidad es muy distinta. Nuestra huella ecológica no recae toda sobre nuestra zona de residencia sino que llega a kilómetros de distancia. Por lo tanto, los mecanismos de cálculo de la huella ecológica son bastante complejos y, como todos, tienen sus deficiencias aunque sirven para darnos una orientación. La unidad de medida más habitual es la hectárea global por habitante y año. En este artículo de El País se explica muy bien cómo se mide la huella ecológica.

El deber y el haber de la huella ecológica

Es posible estimar la huella ecológica de un individuo, de una región o de una empresa o incluso de un producto. Idealmente la huella ecológica de una región debería ser menor que su propia superficie biológicamente productiva, es decir, que la extensión de aquellas zonas propias del territorio analizado que son destinadas a cultivos, ganadería, pesca, suelo urbano, bosques, etc.  En ese caso podríamos decir que después de la que región produce todo lo que necesita consumir, habría una producción sobrante (fruto de la superficie biológicamente productiva que no hemos necesitado usar) y los productos sobrantes que obtenidos en esta zona podrían ser intercambiados con otras regiones por aquellos productos de los que carece. La región sería sustentable.

Pero cuando una región consume más de lo que es capaz de producir, tiene una huella ecológica mayor que su zona biológicamente productiva y está apropiándose de recursos que no le corresponden. Entra entonces en déficit ecológico. Además, traslada su contaminación a otras zonas (a aquellas que se encargan de producir los recursos que consume).

Tierra sólo hay una pero vivimos como si tuviéramos dos

En 1961 nuestra huella ecológica representaba el 75% de nuestra capacidad de producción biológica. Todo estaba bien Sin embargo, pronto comenzamos a gastarnos en unos pocos meses los recursos que la tierra puede generar en un año.

Esto de gastar más de lo que tenemos «en el bolsillo» se calcula que comenzó en 1974, un año antes de que yo naciera! (tampoco fue hace tanto, ¿no?), cuando tan solo quedábamos debiendo unos pocos días. Desde entonces, la fecha de entrada en números rojos de la Tierra ha ido adelantándose de forma progresiva, casi sin parar. Los momentos de parones o retrocesos parece que coinciden con las grandes crisis económicas, lo que debería recordarnos la necesidad de replantear la forma en la que medimos el progreso.

Para octubre del año 2000 ya habíamos acabado con nuestro presupuesto ecológico anual y en 2018 la fecha ya ha saltado al 1 de agosto de 2018. Es decir, nos gastamos en siete meses los recursos que la Tierra puede reponer en 12. A partir de ese día, empezamos a robarnos el presupuesto de generaciones futuras. Es lo que se llama el Día del déficit ecológico de la Tierra.

El día en que agotamos los recursos de la tierra

Según la ONG Global Footprint Network (GFN) consumimos el equivalente a 1,7 planetas para vivir, y tierra, ya lo sabes, sólo hay una.

Sin mucha conciencia de esta situación, a este ritmo de vértigo vamos acabando con bosques, dejamos a los océanos sin peces, agotamos las fuentes de agua dulceacumulamos contaminación y basura a un ritmo insoportable para nuestro entorno y generamos más gases de efecto invernadero del que la Tierra puede absorber, lo que además agrava el problema del cambio climático. Los más afectados, como siempre, son los países más pobres en general, y los individuos en situaciones más extremas de todo el mundo en particular.

Foto de Domingo Escudero, #BCN21S

La huella bajo la lupa

Hasta ahora he hablado de cifras a nivel mundial, que son un promedio para todo el planeta que se obtiene con valores mucho más extremos. Sólo hay que darle una ojeada a estos datos que nos proporcionaba Footprint Network con motivo del Earth Overshoot day (día del sobregiro de la tierra) donde se indica cuántos países se necesitan para mantener a algunas de las naciones con mayor huella ecológica del mundo.

España, por hablar del lugar en el que vivo, gasta su cuota ecológica en menos de 4 meses de acuerdo a este artículo de Eroski sobre el déficit ecológico de 2014, y según estos datos de Global Footprint Network de 2017, se necesitarían alrededor de 2,5 Españas para satisfacer nuestro consumo actual.

Los caminos para reducir la huella ecológica definitivamente pasan por compromisos políticos serios y contundentes en los que se asuman las responsabilidades y se tomen medidas concretas, por la participación responsable de las empresas y por cambios en los hábitos individuales de consumo. Y todas nos competen, porque necesitamos cumplir con nuestra propia cuota de responsabilidad, hacer uso de nuestro poder como consumidores y, también, exigir a quienes nos representan que hagan bien su parte del trabajo.  ¿Nos ponemos a ello?

 

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