Aún con Burgos en la retina, llegó a mi pantalla una serie de seis micro-documentales llamada Historias escondidas, que narra las vidas de seis inmigrantes que residen en la ciudad de Burgos y que abren sus corazones dejando ver, al mismo tiempo, el desprecio al que son sometidos con frecuencia y los lazos que les unen a la tierra en la que hoy viven. Así que este será el segundo miércoles de vídeo dedicado al tema de la inmigración, justamente hoy que es el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, aunque te prometo será mucho más ligero que el dedicado a la campaña Esto hay que cortarlo de días atrás.
La serie, dicen sus creadores, busca lograr sensibilización cultural a partir de historias contadas en primera persona y desde una cercanía que tal vez sea inusual para algunos que no se atreven a mirar a los ojos al diferente. Se trata de la historia de Arona Gassama, de origen Senegalés; de Ismail Abderrah, de origen mauritano; de Mihaela Mihnea, de origen rumano; Anne Laure, de origen marfileño y de Manolo Posteguillo, un burgalés que conoce las dos caras de este conflicto, pues emigró en los años 50 a Argentina y regresó tiempo después arruinado, a su ciudad natal.
Si quieres saber más sobre la campaña, te recomiendo leer este post del blog Migrados de El País.
Yo, la inmigrante
Cuando Mauricio y yo llegamos a Barcelona, nos instalamos en un viejo edificio de la calle Nápoles donde vivían algunas personas mayores que llevaban casi toda su vida en la misma casa, unos rusos que rotaban constantemente en un piso en el que en la noche había entrada. salida constante de desconocidos (muy mala pinta todo), y nosotros.
Nos metimos pronto en el bolsillo a los vecinos de la tercera edad. Y un día Maricarmen, la vecina de arriba, compartió conmigo su disgusto por la guardería de su nieto, que estaba «llena de inmigrantes» según me confesó al oído, como para que nadie se ofendiera.
Con toda tranquilidad me explicó que no se trataba de inmigrantes como nosotros sino de otro tipo de inmigrantes, tu ya me entiendes. Ese día, aún casi recién llegada, entendí que la diferencia estaba, más que en la obviedad de ciertos rasgos físicos o nivel económico, como se podrá creer, en el hecho de que yo era una inmigrante con nombre, historia y personalidad propia que con frecuencia le subía la compra, mientras los otros no eran más que un rostro con etiqueta; poco más que una cifra incierta y en crecimiento.
Ella nunca había hablado con ellos y ellos nunca habían tenido la oportunidad de subirle el carro de la compra.
Las Historias escondidas me hicieron recordar esta conversación, ciertos episodios esquizofrénicos presenciados en la calle y más de un comentario desafortunado que tuve que escuchar cuando formé parte de una gran empresa que vivía, principalmente, de productos vendidos a una menospreciada Latinoamérica.
Pero, por ejemplo, esta misma empresa fue la que me apoyó durante años y me dio la oportunidad de realizar un sueño, así que recordé también cuando un pausado y educadísimo Sr. Motos, entonces jefe de Recursos humanos, me dijo: «Se me cae la cara de vergüenza al decirte que en este país no hay memoria histórica y que en este momento me es imposible hacerte el contrato que te prometí, pero buscaremos otra forma de resolverlo».
Así es inmigrar: un día sientes que has renacido en el lugar perfecto para ti y el otro te parece que las diferencias culturales son insoportables. Hoy te descubres extranjera en la tierra en la que has nacido y mañana se te desgarra el pecho por tu país, que arde en la desesperación. Por la mañana alguien te juzga por tu origen y por la tarde reafirmas que tu barrio es también tu nación y tus amigos, la ampliación de tu familia.
Gracias, Barcelona, por haberte convertido en mi hogar.
Los extranjeros representamos más del 10% de la población de España (y sé que seré siempre extranjera a pesar de mi recién adquirida nacionalidad y de que este domingo me toca ser suplente en una mesa electoral) y aunque en los últimos dos años el total de extranjeros se ha reducido en lugar de aumentar, desde el año 2000 la cifra se ha multiplicado por cinco: de 923.879 individuos a ascendido a 5.000.258.
Para celebrar el Día mundial de la diversidad cultural para el diálogo y el desarrollo, y en el marco del programa Infórmate y actúa, CEAR ha creado una campaña con el lema «Diversos, pero iguales. Muchas culturas, un solo planeta. Infinitas voces, muchos proyectos. Un propósito, muchas manos». Aquí tienes el vídeo para cerrar esta sesión:
Y hasta aquí llega este post sobre las historias escondidas de los inmigrantes. Te recomiendo visitar el blog de Costurilla Handmade, mi talentosa e inspiradora hermana, que siempre aporta un toque de luz y optimismo desde su isla. No te pierdas la brisa marina que se desprende de cada uno de sus posts y, sobre todo, no te pierdas sus historias escondidas paralelas a este #MiércolesdeVídeo.
Porque hay muchas cosas maravillosas
en este mundo
y a mí me encanta compartirlas
Cada 15 días escribo una carta en la que comparto 3 cosas buenas y bonitas, que creo que deberías conocer ya sea porque son buenas para la Tierra o porque son buenas para ti.
Recibe las cartas de la ecocosmopolitaQue un poco, es lo mismo porque somos una.
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