Viaje al Génesis de Salgado

La fotografía es el arte de pintar con la luz, escuchamos en los primeros minutos de la película La Sal de la tierra. En grandes obras maestras de la pintura pensaba mientras recorría la exposición Génesis de Sebastião Salgado, ahora en el CaixaForum de Barcelona. Imágenes que te excitan todos los sentidos y tocan el alma. Animales llenos de sensibilidad por la mirada del artista, monumentos de la naturaleza que recuerdan templos, hombres y mujeres que parecen de otros tiempos y viven ajenos a todo aquello en lo que se nos van a nosotros la vida.

Mentawai por Sebastião Salgado
Mentawai en Indonesia.

Mil preguntas me invaden: ¿Cómo es el hombre que está detrás del lente? ¿Qué lo llevó a pasar ocho años de su vida tras el mundo aún virgen? ¿Cómo logra capturar estos momentos de intimidad del otro?

Me encuentro frente a una imponente imagen del Roraima. Jamás he estado ahí, pero mi corazón venezolano se conmueve porque se reconoce en él. Curioso cómo podemos crear vínculos intensos con un paisaje gracias, precisamente, a fotógrafos y artistas que nos han permitido conocer más allá de donde han llegado nuestros pasos.

Sigo recorriendo las fotografías y recuerdo trabajos anteriores de Salgado. Aquellos que retrataban la cara más terrible de nuestra huella en el planeta. Me pregunto qué se siente fotografiar el hambre, la muerte, la guerra, la mutilación, el sufrimiento más agudo.

Demasiadas preguntas. Al día siguiente de mi visita al Génesis vi la película La Sal de la Tierra, un retrato del fotógrafo dirigido por Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, su hijo. Además supe que la editorial La Fábrica editó hace unos meses De mi tierra a la Tierra, las memorias de Sebastião Salgado que no tardé en leer.

Nace el fotógrafo

Salgado es economista de formación. En los 70 estaba exiliado en París y su trabajo, vinculado a proyectos de desarrollo, le hizo conocer y amar a África, para él la otra mitad de su entonces lejano Brasil. Paralelo a su amor por el continente, comenzó a crecer su amor por la fotografía hata que un buen día, gracias al apoyo de su compañera Lélia, decidió lanzarse a la aventura de vivir su sueño.

Y lo logró. Trabajó como reportero gráfico y llegó a ser un elemento clave del equipo de Magnum; además, desarrolló en proyectos propios, planificados y organizados por Lélia cuidadosamente. Viajero incansable, ha dado la vuelta al planeta una y otra vez. Viajó a África cada vez que tuvo una oportunidad y recorrió América del Sur buscando la huella de sus orígenes mientras Brasil vivía en dictadora.

Fotografió las desigualdades que como economista conocía bien. Se hizo famoso: todos supimos de él, de sus fotos de la fiebre del oro, del trabajo en condiciones de explotación, de los refugiados en África, de la verdadera agonía del hambre. Sus libros, que denuncian atrocidades que permanecían invisibles a medio mundo, se han vendido en todas partes. Muchos lo han acusado de cinismo y casi de regodearse en la miseria y minimizarla al mostrarla hecha arte. Para él, ver la realidad a la cara y pulsar el disparador es un compromiso ineludible.

Del horror a la esperanza

Refugiados de Uganda buscando agua, 1994.

Nadie tiene derecho de protegerse de las tragedias de su tiempo porque todos somos responsables, en cierto modo, de lo que ocurre en la sociedad en la que hemos elegido vivir.

Sebastião Salgado

Siempre dispuesto a viajar al centro de los acontecimientos, Sebastião Salgado estuvo en medio de la guerra de Ruanda, país al que amaba especialmente. Presenció el genocidio de 1994 y fotografió cuerpos mutilados, escuchó historias de mujeres violadas, familias rotas, millones de personas vagando sin rumbo por la selva. Supo de los destinos atroces de viejos amigos. Se llenó de tristeza y rabia por lo despiadada que puede ser la vida. El fotógrafo de lo atroz tocó fondo.

Salgado volvió a casa roto pero Lélia lo involucro en un nuevo proyecto, loco y absurdo para muchos: rescatar la tierra seca y árida en la que se había convertido la hacienda de su familia. Devolver a ese rincón del planeta la selva atlántica que le correspondía. No sabría describir lo que los Salgado, con apoyo de muchos, han logrado.  2.700.000 árboles plantados desde el 2001 hasta hoy. Mira con tus propios ojos el antes y después:

Sebastiao Salgado. COmparativa Instituto terra

El génesis

Gracias al trabajo realizado desde el Instituto Terra en la tierra de su infancia, no sólo volvió a crecer la selva: volvieron a formarse los arroyos, renació el ecosistema y hasta el jaguar regresó. Vecinos comenzaron a cambiar sus métodos y lograron a su vez revivir sus tierras también erosionadas por las malas prácticas. Hoy en instituto tiene una intensa actividad pedagógica a muchos niveles y tiene su propio vivero capaz de generar cerca de un millón de planteles al año.

Gracias a este trabajo Salgado recuperó su fe en el hombre: podemos arreglar lo que hemos destruido. Su siguiente proyecto, el que ha originado este texto, hablaría del medio ambiente, y en lugar de una denuncia de lo destruido, sería un homenaje a los lugares de la tierra que aún se mantienen intactos. Una carta de amor a la Tierra. 8 años de viajes, 245 fotos, 5 continentes, 30 viajes. Para la producción de Génesis, Salgado viajó en avionetas, buques, canoas y hasta en globo. Se enfrentó a temperaturas extremas y a toda clase de situaciones. Convivió con los zo’e en el Amazonas, los mursi en Etiopía, los lorowai en Papúa Occidental, los mentawai en Sumatra, los dinka en Sudán y los nenets -y su infinidad de renos- en el Círculo Polar Ártico. Sus casi 70 años no fueron un problema.

De 600 carretes a una cámara digital

Durante la realización de Génesis, Salgado saltó de su Leica a la fotografía digital y, además, adoptó el uso de filtros DxO FilmPack que simulan el grano de la película en blanco y negro. Hay quien le ha acusado de doble traición. La otra parte de la historia es que este «viaje a la modernidad» no fue demasiado fácil de asumir, pero más difícil aún se hacía continuar usando soportes que iban desapareciendo de la noche a la mañana. Además, hace años que ya no es fácil pasar por la aduana de un aeropuerto con 600 carretes de fotografía. Para conservar su esencia, Salgado trabaja con un equipo de profesionales que se encargan de producir un negativo digital que más tarde es copiado a la mano sobre papel baritado de sales de plata, lo que hace que sus fotografías mantengan su magia habitual.

Te lo cuento por si te da curiosidad. Yo no necesito estas justificaciones. Me basta el estremecimiento que me recorre al ver su obra para perdonarle su adaptación.

Somos uno

Salgado afirma que un fotógrafo tiene que fundirse en el entorno, esperar y aprender a reconocerse en el otro. Trabajando en Génesis, no sólo descubrió su cercanía con todos los seres vivos del planeta; se descubrió como una parte inseparable de ese enorme ser vivo que es la Tierra, y volvió a renacer y a enamorarse de la vida.

En ese punto comenzó mi reencuentro con él y, esta vez, con su vida.

Gracias, Génesis. Gracias, Salgado.

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