Julio Basulto, la dieta vegetariana, el efecto talismán y otros asuntos

Me gustaría tener alguna fotografía de mi encuentro con Julio Basulto: a las 9 de la noche en un restaurante de comida rápida en Sants Estació que no pienso nombrar. Pero lo prometo: no bebimos ni agua.

A Julio Basulto lo vi por primera vez en la formación en lactancia materna de FEDALMA (la Federación Española de Asociaciones Pro-lactancia Materna), donde daba unas charlas, si no me equivoco, sobre dieta vegetariana durante el embarazo y la lactancia materna. Es de esas personas que no olvidas por la claridad de sus ideas y porque todo lo que dice está perfectamente argumentado y llenito de sentido común. Entones era una referencia en el «mundillo de la lactancia». Ahora, unos siete años después de aquellos tiempos, Julio Basulto es uno de los nutricionistas (serios) más populares de España.

Cuenta decenas de miles de seguidores en redes (búscalo como @JulioBasulto_DN) y su fanpage en Facebook), y no es un regalo, no. Julio Basulto se lo gana a pulso. Sólo en el mes de octubre de 2016 publicó 15 textos en diferentes publicaciones y es autor de los libros Comer y Correr (con Juanjo Cáceres), de No más dieta, Se me hace bola y Secretos de la gente sana. Colabora regularmente con el blog de Ser consumidor y con Comer o no comer. Además, desde Eroski Consumer da  consejos al gran público, cosa que para mí es casi más importante que el resto.

Ni dietas milagro, ni súperalimentos. sólo alimentación saludable y buenos hábitos

Uno de los textos que me hizo redescubrir a Basulto en los últimos meses habla de alimentos buenos y alimentos malos. De un lado, simplemente los que nos regala la naturaleza. Del lado oscuro, todos los procesados con su exceso de sal, de azúcar y de grasas de mala calidad, encabezando la lista las “patatas chips”, refrescos, dulces como bollería, repostería, galletas e incluso cereales refinados.

Ahora, aunque sabemos: una mala alimentación está relacionada con muchas enfermedades, Basulto no cree en alimentos milagrosos, ni, en general en complementos terapéuticos o fitoterapia. De hecho, así como tiene muchos admiradores, también tiene muchos detractores por sus afirmaciones contra las llamadas terapias alternativas, pero como este blog va de ecología, yo no me meto por ese camino.

Comencemos a charlar con él….

L.E: Está claro que comer mal nos puede enfermar pero, ¿podemos sanarnos comiendo bien?

J.B: Sí, en algunos casos como en la diabetes tipo 2 o algunos niveles de hipercolesterolemia. Pero de hecho se trata de condiciones producto de una mala alimentación, así que más que curar, deberíamos decir que retiramos la causa de la enfermedad y se recupera el equilibrio. Comer bien puede salvarte de muchos tipos de cáncer (y eso está sobradamente demostrado), pero no puede curarte el cáncer, y lo mismo vale para casi todo.

L.E: ¿No crees, lo sabemos sobradamente, en las terapias alternativas, pero tampoco crees en alimentos ecológicos? 

J.B: No tengo nada en contra de los alimentos ecológicos, pero sí estoy en contra de que se les atribuyan propiedades especiales sin ninguna base científica. Ahora, aunque no soy consumidor de alimentos ecológicos, sé que pueden ejercer unos beneficios en el medioambiente.

Es la misma postura oficial de la Academia Americana de Pediatría (AAP), puesto que, como sostiene esta institución, “se ha demostrado que la agricultura ecológica ejerce un menor impacto ambiental que los enfoques convencionales”, pero “no hay estudios en humanos bien realizados que demuestren directamente beneficios para la salud o para la protección de la enfermedad como resultado de consumir una dieta orgánica”.

Pero a mí lo que me preocupa es que los que los consumidores de alimentación ecológica puedan acabar descuidando unos hábitos saludables (hacer ejercicio, no fumar, comer suficientes frutas y hortalizas) por pensar que están comiendo unos alimentos «superiores», como si contasen con una especie de talismán.

Hago un inciso ecocosmopolita para comentar que el asunto del valor nutricional de los alimentos ecológicos efectivamente es muy controvertido, como tantas cosas en esta vida. Yo, como Greenpeace, opino que si son buenos para el medioambiente, para las abejas, para el suelo, para los productores rurales, son buenos definitivamente para las personas. Las diferencias nutricionales, que las sigan estudiando, pero eso no es lo que define mi consumo.  Y ahora volvamos con Julio.

Dieta vegetariana equilibrada también para niños

L.E: Y supongo que también temes aquello que alguna vez llamaste el «efecto paté de alcachofas»: un paté vegetal, aunque sea ecológico, es un alimento procesado, no un aporte de verduras. Y es verdad, a veces pensamos que si comemos galletas ecológicas, ya no son galletas… A mí leer esa reflexión me ha marcado.

Pero hablemos ahora de la dieta vegetariana y la dieta vegana. Definitivamente son las más sostenibles, porque el consumo de carne tiene un impacto medioambiental enorme, pero ¿son opciones válidas para niños y adultos?

J.B: Totalmente. Está demostrado que una dieta vegetariana puede reducir, entre otras cosas, el riesgo de cáncer, diabetes y problemas cardiovasculares y obesidad en un porcentaje significativo. Estamos hablando de enfermedades muy gordas en occidente y causas de muerte importantes en España.

L.E: Pues en casa no tenemos una dieta vegetariana. Se come proteína animal entre dos y tres veces por semana, [¡en el 2018 en casa se come carne tal vez dos o tres veces al mes, y yo no he comido más de cinco veces en el último año!] y a mí me da miedo no cubrir las necesidades de proteínas, sobre todo de las niñas, porque podemos comer legumbres cada día con toda tranquilidad, pero dos veces al día como que no…

J.B: Yo dejaría de pensar proteínas y pensaría en una alimentación saludable.

L.E: Pero, si yo cojo una tabla de requerimientos de proteínas y cuento lo que me como con un plato de lentejas en la comida (por ejemplo), me faltan un montón, sobre todo si -siendo coherente con uno de mis últimos posts, donde cuestionaba una dieta «sana» basada en productos exóticos- retiro soja, seitán y otros productos. ¿O estoy viendo tablas equivocadas? 

J.B: No es imprescindible utilizar soja, seitán u otros productos. Los estudios revelan que los vegetarianos occidentales no solo cubren, sino que exceden holgadamente los requerimientos de proteínas. Y no tienes en cuenta que al cabo del día no solo comes lentejas.

Veamos: en una persona de unos 50 kilos, como es tu caso, la recomendación es ingerir al cabo del día 41,5 gramos de proteína al día (0,83 gramos de proteína por kilo de peso y día, según estableció en 2007 la OMS en su libro Protein and amino acid requirements in human nutrition). Sabemos que el plato de lentejas aporta 17,6 gramos de proteína, según las tablas del CESNID-UB. Así que con ese plato has cubierto el 42,5% de la cantidad de proteína que se aconseja que comas en un día. La cifra asciende al 57% si acompañas el plato con, pongamos, 60 gramos de pan (que aporta 6 gramos de proteína).

Así, sin contar con el resto de alimentos de tu comida, ni teniendo en cuenta desayuno, media mañana, merienda y cena, casi tomas el 60% de la cantidad de proteína que se aconseje que tomes (que, por cierto, está estimada al alza).

La OMS indica que «es poco probable que existan limitaciones en el aporte de aminoácidos si se utilizan mezclas de proteínas de cereales con relativamente modestas cantidades de legumbres, de semillas oleaginosas, o de proteínas de origen animal”.

L.E: ¿Y qué me dices del calcio y el hierro, especialmente en caso de niños?

J.B: Es posible que exista una anemia por déficit de hierro, pero lo cierto es que la cantidad de vegetarianos o veganos con anemia ferropénica es la misma que se observa en el resto de la población, según la Asociación Americana de Dietética. Sobre el calcio, nada mejor que la reflexión del Comité de Nutrición de la Asociación Americana del Corazón: “los estudios muestran que los vegetarianos absorben y retienen más calcio de los alimentos que los no vegetarianos”. 

En cuanto a niños vegetarianos, he escrito recientemente un texto sobre el tema, pero en principio, lo más importante en ellos, como en los adultos, es la vitamina B12, cuya carencia sí es frecuente (y peligrosa).

Más que por la ortorexia preocupémonos por comer bien

L.E: Entonces, ¿confiamos sin más en que una alimentación rica en legumbres, cereales integrales, hortalizas y frutas nos proporciona una dieta saludable, o debemos ir al especialista? 

J.B: Buena pregunta. Yo mismo me la formulo en más de una ocasión. Una dieta balanceada no precisa otra premisa que recordar que hay tres nutrientes conflictivos en la dieta vegetariana: vitamina B12, yodo y vitamina D. Hablé de ellos en el texto sobre alimentación vegetariana para niños. En todo caso, si se tienen dudas conviene visitar a un dietista-nutricionista que sepa de dietas vegetarianas. Aunque también debo decir que el resto de la población no suele ser un paradigma de dieta sana, así que también convendría que recibiera asesoramiento de vez en cuando.

L.E: Para cerrar, ahora parece que está «de moda» hablar la ortorexia. ¿Tú crees que realmente pulula por ahí una obsesión enfermiza por la alimentación «saludable»? 

J.B: No puedo darte datos fiables. En todo caso, los datos indican que el patrón global de alimentación de la población española no está mejorando, sino más bien lo contrario, así que debemos seguir insistiendo en la importancia de seguir un estilo de vida saludable para prevenir las principales causas de muerte en nuestro país: las enfermedades cardiovasculares (como ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares), el cáncer, las enfermedades respiratorias crónicas (como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y el asma) y la diabetes. Si además de dar sermones, predicamos con el ejemplo, muchísimo mejor para nosotros y para los que nos rodean.

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